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Efectos psicológicos, sociales y sománticos de los comportamientos de riesgo en el abuso sexual

INTRODUCCION

El “maltrato”, el “abuso” sexual y la “violación” son definidos como “problemas” psicológicos y/o sociales, o estos “problemas” tienen una dimensión psicológica y/o social. Partimos de que extrictu sensu no existen “problemas” psicológicos o sociales. Existen hechos o eventos sociales, psicológicos, biológicos, químicos que ocurren en la “realidad”. Estos eventos o hechos en sí mismos son neutros valorativamente hablando, pues será el  contexto social, cultural e ideológico que valorará un hecho social o psicológico como “problema”.

El primer autor en definir el abuso sexual fue Kempe (1978), considerándolo «la participación de niños y/o adolescentes dependientes e inmaduros, en actividades sexuales que no están en condiciones de comprender, que son inapropiadas para su edad y su desarrollo psicosexual, para las que son incapaces de dar su consentimiento y que transgreden los tabúes y reglas familiares y sociales». Esta definición es  únicamente una aproximación al problema y su capacidad para aplicarse a situaciones de abuso sexual real como método de detección es prácticamente nula.

El abuso sexual es cualquier contacto sexual o intento de contacto sexual perpetrado en contra de persona hacia otra. El abuso sexual no es poco común. Un estudio realizado en San Francisco reportó que 38% de las mujeres habían sido molestadas de niñas. Otro estudio de casi 800 estudiantes en las universidades de New England reveló que el 1% de las mujeres fueron supervivientes de incesto paternal. Un estudio nacional en el Reino Unido descubrió que el 12% de las mujeres y el 8% de los hombres fueron molestados sexualmente cuando eran niños.

 

 

EFECTOS EN EL ABUSO SEXUAL

El abuso sexual infantil es, en la mayoría de los casos, una experiencia traumática, que interfiere en el adecuado desarrollo de la víctima que lo sufre y repercute negativamente en su estado físico y psicológico.

Las consecuencias psicológicas que suelen acompañar a la vivencia del abuso sexual infantil son frecuentes y diversas, tanto aquellas que se producen en la infancia como las  que, en muchas ocasiones, perduran hasta la edad adulta. El abuso sexual infantil puede considerarse una situación extrema que suele resultar en un elevado nivel de estrés y malestar en la gran mayoría de individuos.

Los estudios constatan consecuencias que afectan a todas las áreas de la vida de la víctima, y que impiden hablar de un síndrome del abuso sexual infantil. Los trabajos publicados al respecto demuestran la no existencia de un patrón de síntomas único, así como la existencia de una extensa variedad de síntomas en estas víctimas, e incluso la ausencia total de síntomas que presentan algunas de ellas, impidiendo establecer un síndrome que defina y englobe los problemas emocionales, cognitivos y sociales que se relacionan con la experiencia de abuso sexual (Kendall-Tackett, Meyer y Finkelhor, 1993).

 

 

CONSECUENCIAS FÍSICAS DEL ABUSOS SEXUAL

Consecuencias físicas iniciales: indicadores

Las consecuencias físicas del abuso sexual son poco frecuentes,  extraordinariamente variables y, en muchos casos, compatibles con otro tipo de lesiones no relacionadas con la experiencia de abuso sexual, provocando que sea muy difícil detectar estos casos a partir de hallazgos físicos. Algunas dermopatías, lesiones congénitas, traumatismos e infecciones, e incluso fisuras anales por estreñimiento crónico, pueden ser confundidos con signos de abuso sexual y viceversa. En la mayor parte de casos los hallazgos físicos son nulos en estas víctimas (Pou et al., 2002) y, por tanto, un examen normal no debe excluir la posibilidad de que un abuso sexual haya tenido lugar. Cabe recordar que muchos tipos de abuso sexual no incluyen penetración y no producen lesiones físicas, e incluso si se produce penetración pueden no aparecer lesiones que confirmen el abuso sexual. Incluso debe tenerse en cuenta que muchos casos de abuso sexual no incluyen contacto físico entre agresor y víctima y, por tanto, no existen lesiones físicas que permitan confirmarlos.

Sin embargo, algunas víctimas de abuso sexual sí presentan lesiones genitales y anales que son claros indicadores de esta experiencia, así como lo es la presencia de esperma y, sobre todo, las infecciones, enfermedades de transmisión sexual (gonococia, condilomas acuminados, sífilis) antes de la pubertad y, en ciertos casos, el embarazo.

Una dificultad añadida es que, en la mayoría de los casos, estos indicadores únicamente son visibles durante un breve período de tiempo tras el abuso (presencia de esperma y/o vello púbico, abertura anormal del ano, entre otros) y no es habitual que la víctima sea atendida inmediatamente, sino que lo más frecuente es que transcurran meses, e incluso años, antes de que alguien descubra el abuso o éste sea revelado.

 

Consecuencias físicas a largo plazo

Existen escasos estudios sobre las consecuencias físicas a largo plazo, también denominadas consecuencias médicas (Berkowitz, 1998), del abuso sexual.

Los dolores físicos sin razón médica que los justifique, el trastorno de conversión, que incluye la afectación de alguna de las funciones motoras o sensoriales de la víctima y el trastorno de somatización definido como la presencia de síntomas somáticos que requieren tratamiento médico y que no pueden explicarse totalmente por la presencia de alguna enfermedad conocida, ni por los efectos directos de una sustancia, son algunos de los problemas físicos más estudiados, debido a su frecuente aparición en estas víctimas.

Swanston, Plunkett, O’Toole, Shrimpton, Parkinson, y Oates (2003) detectaron una mayor percepción de problemas de salud en víctimas de abuso sexual infantil nueve años después de la experiencia de abuso, al compararlas con un grupo control. Sin embargo, la existencia de diferencias entre ambos grupos en el funcionamiento familiar (más cambios en las figuras parentales, más abuso de alcohol y otras substancias en las figuras parentales, entre otros), imposibilita conocer la influencia de esta variable sobre la sintomatología presentada por las víctimas.        Destacan, por otro lado, los estudios sobre desórdenes ginecológicos, particularmente dolores pélvicos crónicos (Berkowitz, 1998; Walker et al., 1992), así como también un inicio significativamente temprano de la menopausia.

 

CONSECUENCIAS NEUROBIOLÓGICAS DEL ABUSO SEXUAL

 

Una de las áreas de estudio actual más importante en casos de abuso sexual es la relacionada con las consecuencias neurobiológicas de esta experiencia, centrándose en el estudio del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal debido a su función de respuesta al estrés, si bien otros sistemas neurofuncionales también pueden encontrarse implicados.

Los resultados de diversos estudios sugieren que existe un período crítico en el desarrollo del individuo en el que la experiencia de estrés puede conllevar cambios neurobiológicos permanentes o muy duraderos, que aumentan la probabilidad de desarrollar trastornos del estado de ánimo y de ansiedad como respuesta a la experiencia de otros estresores posteriores en la vida del individuo. Esta perspectiva se relaciona con el concepto de alostasis, definido como la habilidad de conseguir estabilidad a través del cambio y referido a la respuesta que los sistemas nerviosos e hipotalámico-hipofisario-adrenal del individuo proporcionan ante un estresor y que tiene como finalidad el retorno a la estabilidad fisiológica. No obstante, si el estresor perdura durante largos períodos de tiempo y la respuesta de los sistemas implicados resulta infructífera para estabilizar al individuo, se produce una sobrereactividad crónica que pude conllevar consecuencias patofisiológicas.

 

Consecuencias neurobiológicas iniciales: indicadores

Los estudios realizados con víctimas prepúberes de maltrato infantil constatan un mayor nivel de cortisol en estas víctimas, al compararlas con controles de la misma edad, etnia, estatus socioeconómico y estructura familiar (De Bellis y Putnam, 1994). En un estudio paralelo pero con una muestra específica de víctimas de abuso sexual infantil de entre 7 y 15 años, De Bellis, Chrousos, Dorn, Burke, Helmers, Klin y colaboradores (1994) obtienen unos resultados similares, sugiriendo la existencia de una disregulación del sistema hipotalámicohipofisario-adrenal en estas víctimas al compararlas con grupos control de similares características físicas y sociodemográficas.

Los resultados se repiten en un estudio posterior con una muestra de víctimas prepúberes maltratadas y diagnosticadas de trastorno por estrés postraumático (De Bellis, Baum, Birmaher, Keshavan, Eccard, Boring et al., 1999), obteniendo mayores concentraciones urinarias de dopamina, noradrenalina, adrenalina y cortisol en estas víctimas al compararlas con un grupo similar en edad, sexo, desarrollo físico, altura y peso, sin historia de maltrato y sin diagnóstico de trastorno. Los autores, en base a los resultados obtenidos, confirman la existencia de una alteración en el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal en víctimas de maltrato infantil.

 

Consecuencias neurobiológicas a largo plazo

Como consecuencias de las victimas de abuso se presentan las disfunciones en el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal. Diversos autores sugieren una sensibilización de este eje y de la respuesta autónoma al estrés, que aumenta el riesgo de desarrollar determinados trastornos psiquiátricos, como trastornos de ansiedad, depresión o trastorno por estrés postraumático especialmente tras la vivencia de otros estresores añadidos en la edad adulta. Mientras que en un grupo de mujeres víctimas de abuso sexual infantil con y sin diagnóstico de trastorno por estrés postraumático, ante la presentación de una breve historia relacionada con el recuerdo del abuso sexual, se producía una respuesta neuronal generalizada, con una activación del cerebelo, el polo temporal, el giro frontal inferior izquierdo y el tálamo, independientemente del estatus psiquiátrico que presentaran.

Estos resultados han sido obtenidos por otros autores como Stein, Koverola, Hanna, Torchia y McClarty (1997) quienes, también con estudios de resonancia magnética estructural, obtuvieron un tamaño del hipocampo izquierdo 5% menor en 21 víctimas de abuso sexual infantil que un grupo control sociodemográficamente comparativo de 21 mujeres sin historia de abuso sexual en la infancia. Los autores encontraron una relación significativa entre el tamaño del hipocampo y la presencia de síntomas disociativos (presentes en un 71,4% de la muestra de abuso sexual infantil) y referidos al trastorno por estrés postraumático (presentes también en un 71,4%) severos, pero no encontraron relación entre el tamaño del hipocampo y otras características como la edad al inicio del abuso, la duración o el número de agresores. Los autores abogan en su trabajo por la existencia de una relación entre la disfunción del hipocampo y síntomas psiquiátricos postraumáticos.

 

CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS DEL ABUSO SEXUAL

Consecuencias psicológicas iniciales: indicadores

Los indicadores psicológicos del abuso sexual infantil o consecuencias iniciales, son aquellos efectos que suelen situarse en los dos años siguientes al abuso y que, por tanto, suelen encontrarse presentes.

Los autores que examinan las consecuencias iniciales del abuso sexual infantiles sitúan éstas siempre en menores de edad, ya sean preescolares, escolares, preadolescentes o adolescentes. Por otro lado, si bien muchos de los efectos iniciales del abuso sexual infantil pueden perdurar a lo largo del ciclo evolutivo algunos de ellos se minimizan o desaparecen especialmente al llegar a la edad adulta, e incluso pueden desarrollarse exclusivamente en determinados periodos evolutivos.

Al evaluar la presencia de síntomas depresivos en víctimas de abuso sexual infantil, se observa que padres, cuidadores y educadores escolares tienden a puntuar a las víctimas como más deprimidas de lo que ellas mismas manifiestan, existiendo muy bajas correlaciones entre informantes. Es importante remarcar que la presencia de síntomas depresivos en la madre de la víctima tiene un efecto significativo sobre la valoración que ésta haga del estado depresivo de su hijo o hija, tendiendo a evaluarlo de forma más negativa.

 

Problemas emocionales

             Dentro de este apartado se encuentran algunos de los problemas internalizantes más frecuentemente observados en víctimas de abuso sexual, referidos a la presencia habitual de miedos y fobias; síntomas depresivos y ansiedad así como baja autoestima y sentimientos de culpa y estigmatización en estas víctimas.

Uno de los estudios que ha comparado la existencia de problemas emocionales en víctimas de abuso sexual infantil no clínicas, de entre 6 y 16 años, con grupos provenientes tanto del ámbito clínico, como de la población general ha sido el realizado por McLeer, Dixon, Henry, Ruggiero, Escovitz, Niedda y colaboradores (1998). Uno de los trastornos diagnosticados más frecuentemente en el grupo de víctimas de abuso sexual, en comparación con los otros dos grupos, fue el trastorno por estrés postraumático, así como también síntomas de depresión, ideación suicida y ansiedad rasgo. Otros estudios de revisión constatan la frecuente presencia de sintomatología postraumática en estas víctimas (Briere y Elliott, 1994). En adolescente también aparecen frecuentes intentos y conductas suicidas y autolesivas, así como una menor autoestima tanto en muestras de víctimas provenientes de clínicas psiquiátricas.

 

Problemas cognitivos

Entre estos problemas destacan, como más frecuentes, las conductas hiperactivas problemas de atención y concentración y un peor funcionamiento cognitivo y rendimiento académico que grupos control síntomas disociativos así como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

Estudios de laboratorio, constatan una menor respuesta ante estímulos nuevos en víctimas de abuso sexual infantil (menores cambios en pulso y respuestas electrodérmicas) que en no víctimas, así como inferiores cocientes de inteligencia verbal, relacionados con una inhibición en la respuesta fisiológica y verbal debido a la ansiedad experimentada durante la infancia, que influye en la capacidad de atención, la memoria a corto plazo y la capacidad de razonamiento abstracto, que median en la formación del lenguaje (Carrey, Butter, Persinger y Bialik, 1995). Sin embargo, otros autores no han encontrado diferencias significativas en el funcionamiento cognitivo de víctimas de abuso sexual infantil comparándolas con víctimas de otros tipos de maltrato, como el maltrato físico o la negligencia física (Eckenrode, Laird y Doris, 1993).

 

 Problemas de relación

             Una de las áreas que suele quedar más afectada en víctimas de abuso sexual infantil es la relación social con iguales y adultos, ya sean pertenecientes a la familia o desconocidos. Los autores han constatado más problemas de relación en víctimas de abuso sexual infantil, la existencia de menos amigos y un menor tiempo jugando con iguales, así como un elevado aislamiento social, ya en víctimas muy jóvenes, menores de cinco años (Mian et al., 1996).

 

 Conformidad compulsiva

             Crittenden y DiLalla (1988) propusieron la existencia de un patrón de conducta específico, denominado de conformidad compulsiva, utilizado por algunas víctimas de malos tratos para acomodarse a su situación. Los autores definen esta estrategia como la presencia de un comportamiento conformista y vigilante en los niños y niñas víctimas de malos tratos, que reduce el riesgo de comportamientos hostiles y violentos por parte de sus agresores y aumenta la probabilidad de interacciones agradables con ellos. No obstante, si bien los autores inicialmente abogan por el efecto adaptativo de esta estrategia, también alertan del riesgo que implica si se generaliza al resto de relaciones interpersonales de la víctima.

 

Problemas funcionales

Dentro de este grupo se encuentran aquellas consecuencias del abuso sexual infantil que representan dificultades en las funciones vitales de la víctima.

Como problemas funcionales los diversos autores destacan los problemas de sueño, particularmente las pesadillas, las pérdidas del control de esfínteres, los trastornos de la conducta alimentaría y las quejas somáticas (Cohen y Mannarino, 1988).

 

Problemas de conducta

Dentro de este apartado se han incluido los problemas más relacionados con la externalización del malestar provocado por el abuso sexual, destacando las conductas sexualizadas y la conducta disruptiva y agresiva.

 

Conducta sexualizada

La presencia de conductas sexualizadas es uno de los problemas más frecuentes en víctimas de abuso sexual infantil, siendo tomado habitualmente como un indicador de marcada fiabilidad para su detección, si bien estas conductas no son exclusivas de las víctimas de abuso sexual y pueden producirse por otros motivos diferentes a la experiencia de abuso como son la vivencia de otras experiencias de carácter violento (ser víctima de maltrato físico o testigo de violencia familiar) o las actitudes familiares respecto al sexo, entre otras (Friedrich, Fisher, Broughton, Houston y Shafran, 1998).

Las conductas sexualizadas se han definido en los estudios revisados como el uso de la masturbación de forma compulsiva y/o en público, la imitación de actos sexuales y el uso de vocabulario sexual inadecuados al periodo evolutivo de la víctima, la existencia de una curiosidad sexual excesiva y la presencia de conductas exhibicionistas, entre otras (Lang et al., 1992).

Diversos autores han estudiado aquellas conductas sexuales que pueden considerarse normativas según la edad y las han comparado con las que presentan la mayoría de víctimas de abuso sexual infantil, ilustrando la elevada frecuencia de conductas sexualizadas y no normativas en estas víctimas, incluso en edades muy tempranas (Mian et al., 1996).

La revisión de este tema realizada por Friedrich (1993), muestra que la elevada presencia de conductas sexualizadas en víctimas de abuso sexual infantil se obtiene consistentemente tanto mediante los informes proporcionados por padres y cuidadores, como mediante la observación directa de las víctimas, la interpretación de sus dibujos y otras técnicas proyectivas o la aplicación de cuestionarios, si bien los resultados difieren según el método utilizado. Por otro lado, las conductas sexualizadas en la infancia parecen relacionarse con conductas promiscuas y embarazos no deseados en la adolescencia (Fiscella, Kitzman, Cole, Sidora y Olds, 1998).

La prostitución en víctimas de abuso sexual infantil menores de edad es también uno de los problemas relacionado con el área de la sexualidad encontrado por algunos autores (Cusick, 2002). El rápido y prematuro crecimiento con que las víctimas de abuso sexual infantil se desarrollan a nivel de su sexualidad, contrastando con las dificultades que presentan para crecer en el plano psicoafectivo y relacional.

 

Conducta disruptiva y disocial

             Algunos autores han obtenido una elevada frecuencia de conductas de carácter disruptivo y disocial en víctimas de abuso sexual infantil. Entre estas conductas destacan la hostilidad, la agresividad y la rabia, así como los síntomas característicos del trastorno oposicionista desafiante, si bien los estudios destacan una mayor presencia de estas conductas en víctimas de sexo masculino (Romano y De Luca, 2001).

Estudios realizados con nuestras de adolescentes hospitalizados en centros psiquiátricos constatan estos resultados, con mayor frecuencia de agresividad, conductas impulsivas y problemas de abuso de substancias en víctimas de abuso sexual infantil, muy relacionados con el diagnóstico de trastorno límite de la personalidad (Eckenrode et al., 1993).

 

 

Consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso sexual

Las consecuencias psicológicas del abuso sexual infantil perduran hasta la edad adulta, configurando los llamados efectos a largo plazo del abuso sexual. Se habla de efectos a largo plazo cuando éstos se encuentran a partir de los dos años siguientes a la experiencia de abuso (Browne y Finkelhor, 1986), presentándose aproximadamente en un 20% de las víctimas de abuso sexual infantil. Las consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso sexual pueden perdurar desde el inicio del abuso o, por el contrario, aparecer como problemas nuevos en la edad adulta.

Los efectos a largo plazo son, menos frecuentes, sin embargo el abuso sexual infantil constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo de una gran diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta (Flitter, Elhai y Gold, 2003).

Uno de los factores que los autores consideran determina el desarrollo de problemas psicológicos a largo plazo en víctimas de abuso sexual infantil es el ambiente familiar disfuncional, si bien la mayoría de estudios que controlan esta variable siguen constatando una relación directa entre la experiencia de abuso sexual y el posterior desarrollo de problemas psicológicos, independientemente de la influencia de otras variables (Boudewyn y Liem, 1995). De forma similar al apartado referido a las consecuencias psicológicas iniciales, se presenta a continuación una propuesta de clasificación de los efectos psicológicos a largo plazo basada en la sintomatología más frecuente indicada en los estudios revisados.

 

Problemas emocionales

             Se destacan, por su elevada frecuencia, los trastornos depresivos en víctimas de abuso sexual infantil son: los síntomas y trastornos de ansiedad, el trastorno por estrés postraumático así como las conductas autodestructivas (negligencia en las obligaciones, conductas de riesgo, ausencia de autoprotección entre otras; las conductas autolesivas; las ideas suicidas e intentos de suicidio y la baja autoestima (Swanston et al., 2003). Las ideas y conductas están determinadas por una compleja interacción entre variables referidas a la historia psiquiátrica del sujeto, un elevado neuroticismo, la existencia de una vulnerabilidad genética específica para la conducta suicida, la experiencia de acontecimientos traumáticos y otros factores socioculturales como la religión, el abuso sexual infantil aumenta significativamente el riesgo de ideación y conducta suicida, incluso al controlar la historia psiquiátrica del sujeto y su vulnerabilidad genética.

 

Problemas de relación

             El área de las relaciones interpersonales es una de las que suele quedar más afectada, tanto inicialmente como a largo plazo, en víctimas de abuso sexual infantil.

Se destaca la presencia de un mayor aislamiento social, menor cantidad de amigos y de interacciones sociales, así como bajos niveles de participación en actividades comunitarias y desajuste en una variedad de áreas sociales, como la crianza de los hijos o las relaciones de pareja, entre otras (Harter et al., 1988). Además se encuentran dificultades en las relaciones de pareja, con relaciones de pareja inestables y una evaluación negativa de las mismas, así como elevados índices de ansiedad social y divorcios en mujeres (Nelson et al., 2002).

Las víctimas de abuso sexual infantil presentaban una visión más negativa de ellas mismas como madres, así como un más frecuente uso del castigo físico ante conflictos con los hijos que las víctimas de maltrato físico o las mujeres del grupo control.

 

Problemas funcionales

             Son diversos los estudios que demuestran la frecuente presencia de trastornos de la conducta alimentaría en víctimas de abuso sexual infantil. Las agresiones sexuales pueden provocar lesiones físicas y  un serio trauma emocional. Un estudio sobre violación en áreas urbanas y rurales de Bangladesh indica que 84% de las victimas sufrieron lesiones serias o perdidas del conocimiento, enfermedad mental o muerte luego de ser violadas (Shamim 1985).

Las sobrevivientes de violación exhiben una variedad de síntomas inducidos por el trauma -pesadillas, depresión, falta de concentración, desórdenes del sueño y la alimentación y sentimientos de ira, humillación y auto acusación. Además, 50 a 60% de las victimas experimentan severos problemas sexuales, incluyendo miedo al sexo, problemas de excitación sexual y un funcionamiento sexual disminuido (Becker et al. 1982).

Los estudios que dan seguimiento a las victimas a través del tiempo muestran que las consecuencias traumáticas de la violación pueden persistir durante muchos años. Un estudio de validación de la Prueba del Síntoma después de la Violación (Rape Aftermath Symptom Test-RAST), demostró que el instrumento podía distinguir los síntomas de las victimas de violación de los que no la habrán sufrido en intervalos de hasta tres años después de la violación. La tasa de riesgo relativo para estos diagnósticos en sobrevivientes de violación y agresión sexual, es aproximadamente dos veces mayor (Koss 1990).

 

 

EFECTOS Y CONSECUENCIAS DEL ABUSO SEXUAL

 

EFECTOS A CORTO PLAZO:

 

EFECTOS FISICOS

 

REACCIONES EMOCIONALES Y PERCEPCION DE SI MISMO

 

ALTERACIONES EN LA CONDUCTA  Y  EFECTOS EN LA SEXUALIDAD

Conductas sexuales inapropiadas (juegos sexuales con muñecas, introducción de objetos en ano o vagina, masturbación excesiva o pública, conducta seductora, requerimientos de estimulación sexual a otros adultos o niños, conocimiento sexual inapropiado para su edad, etc.


 

EFECTOS DE FUNCIONAMIENTO SOCIAL

 

PROBLEMAS PSICOPATOLOGICOS

 

 

EFECTOS A LARGO PLAZO DEL ABUSO SEXUAL

REACCIONES EMOCIONALES Y PERCEPCION DE SI MISMOS

 

PROBLEMAS DE RELACION

 

PROBLEMAS FAMILIARES Y MARITALES

 

PROBLEMAS RELACIONADOS CON LA SEXUALIDAD

 

EFECTOS EN EL FUNCIONAMIENTO SOCIAL

 

PROBLEMAS PSICOPATOLOGICOS

 

CONCLUSIÓN

             En este trabajo hemos podido conocer un poco acerca de las graves consecuencias que trae consigo el maltrato y abuso sexual, ya sea a niños, jóvenes, adolescentes y adultos, sin importar edad, género y raza; las consecuencias del abuso sexual pueden depender de las condiciones en que se dio el abuso, el ambiente y el inadecuado apoyo que se le haya dado a la persona.

             Los casos de abusos sexuales al pasar el tiempo se están convirtiendo muy usuales, en tiempos pasados eran las mujeres quienes sufrían de abusos sexuales, mientras que ahora para nuestros tiempos tanto las mujeres como los hombres, están sufriendo de estos ataques.

             Las consecuencias del abuso sexual se pueden dividir en somáticas o físicas, sociales y psicológicas, que pueden cambiar el estado de vida de la persona que sufra este ataque. Además estas consecuencias pueden ser catalogadas de corto plazo o de largo plazo. Los abusos pueden darse ya sea por personas dentro de la familia o totalmente desconocidos.

            Hemos podido realizar una recopilación de estudios que se han llevado a cabo del tema y además nombrar una gran mayoría de efectos que se dan en las personas que sufren de abusos sexuales. Se puede dar cambios de personalidad como el miedo, fobias y demás aislamientos de amigos, familiares.

            En los abusos sexuales son pocos las lesiones que se pueden presentar, pero se pueden dar los casos.

 

BIBLIOGRAFIA

LIBROS:

  

SITIOS DE INTERNET:

 

 

   Una de las consecuencias del abuso sexual es el aislamiento
   Es muy común que se encuentren consecuencias psicológicas en los niños, estos presentan cambios de actitud y de personalidad.
   Algunas de las consecuencias que presentan las mujeres después del abuso sexual son: pena, disgusto, tristeza, miedo, ansiedad y demás.

 

 

Citar este texto en formato APA: _______. (2011). WEBSCOLAR. Efectos psicológicos, sociales y sománticos de los comportamientos de riesgo en el abuso sexual. https://www.webscolar.com/efectos-psicologicos-sociales-y-somanticos-de-los-comportamientos-de-riesgo-en-el-abuso-sexual. Fecha de consulta: 21 de noviembre de 2024.

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