El cambio, concebido de manera general, implica por un lado obstáculos qué solventar y por las otras oportunidades qué aprovechar o generar, en ambos casos con la misma finalidad de modificar estados insatisfactorios respecto de una realidad dada. Su labor promotora se ve impedida e incluso entorpecida, debido a que a menudo los directivos -quienes en última instancia deciden si se lleva a cabo un cambio o no- desconocen el qué y el cómo del cambio tecnológico, luego entonces no se atreven a dar pie a un proceso que no les es familiar. Sin visión no hay cambio, es imposible. Es un requisito previo e imprescindible. Es la visión la que configura el futuro que deseamos y la que permite establecer la distancia entre nuestra situación actual y la situación del objetivo.
Para crear y promover el cambio es preciso también que el director tenga capacidad de liderazgo, o sea capacidad de influir sobre los seguidores para que ejecuten y lleven a buen fin el proyecto establecido. Todo cambio requiere superar múltiples obstáculos que solo son resueltas, si contamos con jefes que tienen las aptitudes precisas y pertinentes. El promotor del cambio debe ser una persona pro-activa, en el sentido de que debe partir de él mismo la ejecución de los hechos y de los acontecimientos. El jefe proactivo no espera a que sean las circunstancias o los factores externos quienes la resuelvan sus problemas o le propicien un entorno favorable para el cambio, sino que el mismo toma la iniciativa, actúa, recorre y hace su propio camino, opta en cada momento por la mejor alternativa existente y asume la responsabilidad de los resultados.
El director debe tener una formación ajustada al rol que está llamado a desempeñar, de manera que pueda ejecutar y aplicar el currículo con calidad. La evolución continúa de la ciencia y la tecnología, los nuevos modelos de concebir y aplicar la democracia como ejercicio de búsqueda de continua participación y establecimiento de relaciones equitativas, cambian el rol del director, por lo que se hace necesaria la capacitación y actualización constante de éste como vía de garantizar la aplicación del currículo en los centros educativos. Además de su preparación académica el Director debe reunir unas características personales o humanas; entre éstas algunas se consideran indispensables y otras se juzgan como deseables. Entre las indispensables se encuentran:
- Habilidad para tratar con personas: el director debe poseer la capacidad de escuchar a todo el personal, debe colocarse en sus respectivas perspectivas, debe comprenderlos y armonizar sus intereses en beneficio de la escuela.
- Tener sentido de justicia y equidad: debe actuar con apego a las normas legales y ser equitativo.
- Respeto a la opinión ajena: debe ser humilde para poder desprenderse de su opinión para aceptar la de los demás cuando la reflexión la indique que la opinión ajena es la que más se ajusta a la realidad del centro educativo.
- Capacidad para tomar decisiones: si el director no posee esta cualidad puede conducir la escuela a un estado de inseguridad colectiva y de baja moral en los maestros y en los alumnos, eliminándose en muchos casos la perspectiva sobre la misión de cada uno y de la escuela, coadyuvando a una desorientación general en el centro educativo.
- Aptitud intelectual: antes de tomar decisiones deben hacerse las debidas consideraciones, esto aumenta la posibilidad de que las mismas vayan en concordancia con la realidad.
Citar este texto en formato APA: _______. (2014). WEBSCOLAR. El Director como promotor de cambio. https://www.webscolar.com/el-director-como-promotor-de-cambio. Fecha de consulta: 22 de noviembre de 2024.