La Ética se considera como una ciencia práctica y normativa que estudia el comportamiento de los hombres, que conviven socialmente bajo una serie de normas que le permiten ordenar sus actuaciones y que el mismo grupo social ha establecido. El término Moral, etimológicamente, proviene de la palabra latina “mores”, que significa costumbres. Antes de ir en busca de una definición de la Ética o la Moral, detengámonos sobre el objeto material y formal de la moral.
Santana (1990), señala que ” El lenguaje Ético se ha convertido en uno de los problemas fundamentales de la ética contemporánea. En tanto que disciplina normativa, la Ética desarrolla un tipo de argumentación persuasiva, que mueve a la acción. El lenguaje propio de la Ética es de naturaleza prescriptiva y se expresa mediante mandatos, instrucciones, recomendaciones, consejos o mediante juicios de valor.”
Vivimos en una sociedad que ha conseguido grandes logros, pero en la que todavía existen problemas importantes a resolver. Problemas personales, como insatisfacciones y frustraciones, enfermedades síquicas, depresiones etc., y problemas colectivos, como conflictos sociales graves, falta de solidaridad, agresiones y violaciones de todo tipo, grandes desigualdades económicas etc.
Estos son problemas complejos que exigen soluciones complejas, pero que a nuestro entender van íntimamente relacionados al bajo nivel ético de nuestra sociedad. Esta situación se debe en parte al sistema educativo actual y al ambiente que nos rodea.
En una sociedad donde la crisis de valores es reseñada y apuntalada casi a diario, las prácticas antipáticas en contra de la organización son modos seguros de agravar las desigualdades y la marginación social. Los Códigos de Ética, se pueden presentar como elementos de equidad, que se reflejarán en la Organización social, la Competitividad, la Transparencia y la Excelencia en el desempeño de funciones y prestación de servicios. (Como el educativo, por ejemplo).
El Profesional de la Docencia no puede esquivar o eludir su responsabilidad ante una sociedad en plena transformación. Hay una responsabilidad directa en la gestión de los asuntos públicos, que debe complementarse con un Código de Ética de obligada observancia, dado que toda amenaza al mismo es una amenaza al espíritu de la organización, y en particular a la Organización Educativa donde se desenvuelve profesionalmente.
Al estudiar diversos aspectos de la Ética profesional y por ende sus implicaciones en el desempeño personal y profesional, el profesional de la docencia, forma parte de un Equipo de Trabajo, que se define como “Un grupo de personas con roles específicos y responsabilidades, organizados para trabajar juntos hacia metas y objetivos comunes, en los cuales cada miembro depende de los otros para llevar a cabo responsabilidades y así alcanzar metas y objetivos”.
La integración de un equipo de trabajo debe incluir en su concepción lealtad, aceptación, optimismo, colaboración, respeto, confianza y armonía. Con esto se persigue enfatizar en desarrollar habilidades y destrezas, sentido de cohesión, logro de metas, cumplimiento de responsabilidades y mayor dedicación. Las condiciones mínimas para alcanzar el éxito en un equipo de trabajo son entre otras la de propiciar la existencia de una estructura plana y flexible, con valores y visión compartidas, donde los valores son elementos indispensables para su optimo desenvolvimiento.
Los valores influyen decisivamente en la existencia, son nuestra autodefinición como personas, ocupan el primer lugar en nuestro orden de prioridades, y orientan nuestras decisiones. Los valores se adquieren y se configuran a lo largo de toda la vida. La teoría de los valores como disciplina filosófica relativamente autónoma surgió solo con los trabajos de algunos filósofos de los siglos XIX y XX. Se destacaron ante todo Lotze, Brentano y Lessing.
La educación ética no sólo contempla la instrucción ética en el sistema de enseñanza. Cada sociedad forma una idea de aquello en que consiste la riqueza del hombre y cual vida es digna o indigna de llamarse humana. La educación en ética adquiere, por esta razón, marcos que atrapan la sociedad en su conjunto y, esto va, desde lo axiológico, pedagógico, psicológico, ideológico y lo sociocultural, entendiendo en este último contexto la educación en la comunidad y más específico en la familia. Juegan un importante papel las instituciones y organizaciones, así como los medios de difusión masiva.
La educación en ética incluye la educación en valores aunque no la agota. Ella necesita, en estos tiempos, de crisis de los valores, enfocar su contenido a garantizar un modo de vida digno, acentuando su función en el enriquecimiento de la vida espiritual del hombre. No sólo de pan vive el hombre, dicta el viejo proverbio. La educación en ética debe estructurarse teniendo en cuenta la utilización orgánica del tiempo como criterio de progreso de la personalidad. La historia de los hombres no es el tiempo, es su actividad. Por esta razón las políticas orientadas a elevar el bienestar de las personas no deben encerrar en sí sólo el aumento del nivel de vida sino de estimular la comunicación y el contacto entre la gente según sus intereses comunes durante el tiempo libre que deja el trabajo principal.
El objetivo central del proceso de educación ética consiste en perseguir la construcción de una personalidad ética sólida, apoyada en el desarrollo de una conciencia moral autónoma. La construcción de una personalidad ética sólida incluye al menos tres niveles diferenciados, que deben interactuar de modo permanente e integrado.
La educación actual tiende a formar a individuos preparados en especialidades concretas listos para un rendimiento laboral inmediato, prescindiendo de su formación humanista, lo cual genera a menudo indiferencia e insolidaridad. En cuanto al ambiente, existe lo que Jerome Brunner denomina “anti-escuelas”. Son los modelos de conducta brindados por los medios de comunicación (principalmente la televisión), la publicidad, modas de todo tipo, etc. Todo esto hace que nuestra juventud sea especialmente vulnerable y esté alejada de cualquier reflexión. Este ambiente manipulador no puede cambiarse fácilmente, pero si puede hacerlo la educación para ayudar a enfrentarse con él, y con los problemas reales que enmascara. De ahí la necesidad de una educación ética, que a nuestro entender, debería tener la asignatura de Ética como algo fundamental.
Su introducción es necesaria porque precisamente la Ética intenta establecer, mediante la razón, las normas reguladoras del comportamiento humano que permitan resolver los problemas que afectan a nuestra convivencia, aportando soluciones reales. Es incomprensible tener que pedir algo tan esencial, pero quizás la causa esté en el desconocimiento de lo que es la Ética, por lo cual daremos nuestra visión sobre ella.
Hoy en día está bastante claro que para intentar solucionar los conflictos existentes con los demás, antes debemos tener solucionados nuestros propios conflictos íntimos. Por ello, el punto de partida de la Ética es el de ayudar a reflexionar sobre lo que es mejor o más conveniente para cada individuo. Intenta encontrar un modo de comportarse que haga a cada uno sentirse mejor consigo mismo, ser más feliz. Aparentemente esto está en contradicción con el altruismo inherente a la Ética, pero si profundizamos en el tema esta contradicción resulta falsa. No encontramos la realización plena de nuestras facultades ni la felicidad entrando en conflicto con los demás, sino siendo solidarios con ellos, como consecuencia del segundo “instinto” aludido. Esta relación entre altruismo y contribución a la felicidad (o entre egoísmo e infelicidad, más común y por tanto mejor demostrado) justifica, por sí sola, la importancia de la Ética y la necesidad de incluirla en la educación.
La educación integral evita estas desviaciones. Al basarse en el hombre mismo, se descubre que éste, en su propia esencia, se autorealiza existencialmente en tres condiciones de relaciones compartidas. El hombre es un ser en relación-con-otro, como lo postulara Heidegger: sin embargo, la individualidad de cualquier sujeto parte de seres humanos que actualizan en otros algo que los realiza también a ellos mismos; de esta forma, a la condición humana de ser-con-otro se agregan las condiciones de ser-por-otro y de ser-para-otro. Todas ellas actualizan la naturaleza humana y se resuelven en exigencias o responsabilidades personales y comunitarias.
El hombre es un ser personal y comunitario. Por lo tanto, su plena realización no puede darse en forma puramente individual. Toda responsabilidad, aunque personal, tiene un sentido comunitario. La relación con otros es tan natural que el hombre puede ejercer mejor su libertad en presencia de otros que absolutamente solo.
La educación puede comprometerse en actividades manipuladoras y anti-educativas tendientes a evitar y ocultar lo verdaderamente relevante. Por cierto, toda educación genuina es en esencia develadora en cuanto implica aumento de conocimiento, y por ende, éste permite ejercer el libre albedrío de la mejor manera. En este sentido se dice que el conocimiento es liberador. El saber que se adquiere sobre alguna actividad manipuladora genera necesariamente su propio antídoto. Si la voluntad no está corrupta; el ejercicio de la libertad se dirige al develamiento de la manipulación. La manipulación genera la accidental relación de ser-contra-otro. Ella pretende exigir del otro al quitar lo que le debiera corresponder en justicia y en verdad.
La condición humana de ser-para-otro se caracteriza por una relación natural de dar; así como en la condición de ser-por-otro, el de recibir y en la de ser-con-otro, el de compartir. La educación integral realiza estas tres condiciones de la naturaleza humana al formar integralmente a los alumnos.
Desde el punto de vista de la educación integral, la condición de ser-para-otro se da en una adecuada preparación de habilidades humanas que permitan entregar valores educativos relacionados con los pilares fundamentales de la educación y que son, a mi juicio, el amor y conocimiento o la bondad y sabiduría conjugada en el proceso de enseñanza-aprendizaje, el cual induce a enseñar amando o amar enseñando al actualizar plenamente la condición de dar en la dimensión educativa.
Desde esta perspectiva, la educación es una actividad práctica que modela a través de las conductas y consecuentes actitudes de los educadores relaciones de sentido traducibles a eticidad, lo que conlleva en la práctica docente la realización de lo moralmente recto o bueno y, al mismo tiempo, la educación es una actividad teórica que estimula en los alumnos la curiosidad natural de aprender en un contexto educativo genuino; es decir, lo moralmente recto induce al docente a realizar lo intelectualmente válido o verdadero. De esta forma, los valores morales e intelectuales que entran en juego en el proceso educativo generado por lo educadores, inducen valoraciones de estos valores en los educandos según el modo en que éstos son entregados y percibidos.
Los valores morales e intelectuales constituyen lo esencial de todo proceso y producto educativo. Ellos, tomados en conjunto, permiten la actualización de una educación integral en el marco de la educatividad docente realizando los educadores su condición de ser-para-otro. Por su parte, el alumno recibe una formación integral en el marco de la educabilidad estudiantil realizándose en los educandos su condición de ser-por-otro. En la medida en que los educadores son conscientes de que la educación genuina debe fundarse en estos dos pilares fundamentales que establecen los fundamentos de una educación integral, entonces, es posible abrir en el alumno la expectativa positiva que transforma el proceso y producto educativos en una verdadera conducción liberadora y por tanto creativa.
Citar este texto en formato APA: _______. (2013). WEBSCOLAR. Ética y los valores en la educación. https://www.webscolar.com/etica-y-los-valores-en-la-educacion. Fecha de consulta: 25 de noviembre de 2024.