“Para la mayoría de los observadores, la inteligencia es esencialmente astucia, esa especie de versatilidad capaz de resolver problemas nuevos. También se dice que la capacidad de prever eventos es otro aspecto esencial. Otros agregarán a la lista el concepto de creatividad. Personalmente, me gusta la manera en que Horace Barlow de la Universidad de Cambridge define la inteligencia: él dice que la inteligencia es la capacidad de hacer suposiciones que descubren un orden subyacente y nuevo para el individuo”.
La definición de Barlow encuadra perfectamente la inteligencia humana: la solución a un problema o encontrar la lógica de un argumento, encontrar la analogía correcta, crear una armonía o suponer lo que sucederá a continuación. De hecho, la inteligencia en el sentido humano (que es el único en que podemos considerarla o siquiera concebirla) consiste principalmente en un permanente prevenir los hechos futuros, tanto en las situaciones críticas de la supervivencia como en el quehacer diario. Incluso este proceso es constante e inconsciente: aunque no nos demos cuenta de ello, nuestra inteligencia está intentando adivinar lo que vendrá después aún cuando leemos, escuchando música o cuando alguien nos dirige la palabra. Ningún otro organismo de la Tierra funciona de esta manera ni es capaz de predecir el futuro.
Las teorías más modernas afirman que el disparador de la formidable evolución de la inteligencia humana consistió en los grandes y radicales cambios climáticos que nuestro planeta sufrió recientemente (hablando en términos geológicos). “Los enfriamientos abruptos seguramente devastaron los ecosistemas de los que dependían nuestros ancestros. Por causa de las bajas temperaturas y las sequías, las selvas del África se secaron y las poblaciones animales comenzaron a colapsar. Los incendios quemaron los bosques produciendo una especie de roza natural. Cuando los pastos reemplazaron a los bosques quemados, los hervíboros se multiplicaron”, explica Calvin.
Las teorías más aceptadas acerca de la capacidad humana para el lenguaje, como la de Noam Chomsky, establecen que el cerebro humano tiene un circuito especializado para la sintaxis, y que este circuito es innato. Ningún otro animal posee un mecanismo ni remotamente parecido, y éste representa uno de los más grandes —si no el mayor— de los abismos que la evolución debió saltar en poco tiempo para convertirnos de simples grandes monos en humanos. ¿Cómo podía reconciliarse la doctrina de Chomsky con los hechos demostrados por la biología evolucionista?
El avance fue tan rápido y explosivo que la naturaleza tuvo que inventar en el cerebro humano una nueva área del lenguaje articulado —el Área de Broca— que no es la que los monos utilizan para articular sus vocalizaciones. Calvin y Bickerton afirman: “En la mayoría de nosotros, el área crítica para el lenguaje está ubicada justo encima de nuestro oído izquierdo. Los monos carecen de esta área del lenguaje lateral: sus vocalizaciones (así como las exclamaciones emocionales en el hombre) utilizan un área más primitiva ubicada junto al cuerpo calloso”.
Esta capacidad sintáctica se ha revelado esencial para sustentar el desarrollo de la inteligencia. Al contrario de lo que pudiese pensarse, la inteligencia no desarrolló el lenguaje, sino que ésta es una consecuencia del desarrollo del lenguaje sintáctico. Si bien los autores del libro no se arriesgan a manifestar que la capacidad lingüística es una condición sine qua non para la inteligencia —y nosotros tampoco lo haremos, porque no es cierto— sí corresponde aclarar que la falta de lenguaje significa un importante obstáculo para la formación del pensamiento abstracto, la categorización y el planeamiento a futuro. La imaginación en el sentido figurado es, también, una consecuencia del lenguaje sintáctico e imposible sin él.
La evolución, según Calvin, “a menudo sigue rutas alternativas en vez de ‘progresar’ a través de adaptaciones”. La pasión instintiva del ser humano por pasar de lo simple a lo complejo, que ha determinado, por ejemplo la secuencia individuo -> clan familiar -> ciudad-estado -> reino independiente -> imperio centralizado se evidencia también en las seguidillas nota -> melodía -> armonía compleja, fonema -> palabra -> frase -> texto complejo o paso -> secuencia rítmica -> danza -> coreografía. La capacidad de encadenar elementos simples para obtener resultados complejos es la raíz y origen, como se ha visto, del lenguaje, y asimismo de la matemática, la física, la lógica, la filosofía, la literatura, la música y, en fin, de casi todas las más elevadas manifestaciones de la mente humana, esto es, los fenómenos que emergen como resultados de nuestra inteligencia.
La inteligencia y el desarrollo del lenguaje, entonces, siguieron caminos paralelos e interrelacionados, a tal punto que no se cree posible, hoy en día, que el uno pudiese haber llegado a existir sin el concurso del otro. Calvin señala que la capacidad sintáctica puede haber derivado, más bien, de la evolución de los circuitos de reconocimiento fisonómico o de jerarquías sociales más bien que de los de vocalizaciones, porque de otro modo las exclamaciones habrían sido suprimidas al ser reemplazadas por un lenguaje verbal.
El cerebro humano desarrolló primero soluciones a los problemas concretos, y sólo después de ello llegó al pensamiento abstracto. La inteligencia ha dado un salto cuántico en verdad: ha pasado de golpe de la no-inteligencia del mono a la inteligencia humana sin transición.
Citar este texto en formato APA: _______. (2012). WEBSCOLAR. Evolución del pensamiento e inteligencia. https://www.webscolar.com/evolucion-del-pensamiento-e-inteligencia. Fecha de consulta: 21 de noviembre de 2024.