Nació en Penonomé, ciudad de juristas y letrados, el 18 de enero de 1901- Falleció en esta ciudad el 10 de agosto de 1975. Realizó solamente estudios primarios, sin embargo su empeño autodidacta y su aguda inteligencia hicieron de él uno de los más destacados cronistas y prosistas epigramáticos. Bajo el seudónimo del “Caballero de Esplandián” sirvió en el vespertino la Nación, uno de las columnas más leídas del país en ese entonces. También cultivo el género del cuento, la poesía y la novela.
Fue miembro de número de la Academia Panameña de la Lengua. Otros cargos que desempeñó durante su vida fueron: bibliotecario de la Biblioteca Mateo Iturralde de la ciudad de Colón, tesorero del Ayuntamiento de Colón, diputado de la última asamblea constituyente, Embajador de Panamá ante el gobierno de Costa Rica y director fundador del semanario “Calle 6” de la ciudad de Colón, una gran elegancia estilística engalana todos sus escritos, que en su diario discurrir abordan temas de actualidad, con frecuencia matizados con alusiones clásicas. Puede afirmarse, siguiendo a Laurenza, que Tejeira era también el novelista criollo de ascendencia española, pero de la clase media rural. No obstante, fue uno de los pocos intelectuales panameños que verdaderamente convivió con los negros antillanos. En 1945 fue elegido diputado a la asamblea constituyente por la provincia de Colón, donde había vivido por varios años y, además, fue nombrado embajador en 1929 en Jamaica donde permaneció por veintiséis meses (Jairo Posada: 1987). Tampoco hay que olvidar el prólogo de 1947 que le escribió a George Westermann para una mejor comprensión
Tejeira fue un escritor que más conciencia tuvo de esta modernidad neocolonial panameña, caracterizada por la inmigración y la apertura del país. Gil Blas Tejeira, en este sentido, nos entrega en 1968 – siete años después de haber escrito Pueblos Perdidos – una caracterización del panameño en Lienzos Istmeños que se busca a través de la exclusión del Otro de la nación, procedimiento intelectual que fue precedido por Jorge Isaac Fábrega, en 1957, donde se enumera quiénes no pertenecen a lo nacional, aunque la constitución afirme que hay varias maneras de adquirir la nacionalidad panameña. En este proceso de romantización de los intelectuales panameños, Gil Blas Tejeira alude a la cultura y la etnia para resolver el problema de lo panameño, pues la constitución no resuelve el problema de la identidad de la nación y, por lo tanto, en su mecanismo de destilación social, étnica y cultural llega a la conclusión que el hombre del Pacífico, que vive en las regiones del interior de la República, donde es frecuente el tipo racialmente español, culturalmente más definido, que habla español y es católico, es “el panameño más definido, si no el más consciente de su nacionalidad”.
Una de sus obras de mayor extensión es su novela histórica Pueblos Perdidos en la cual se pretende recoger las palpitaciones y hechos de uno de los períodos más críticos de la historia del Istmo (1882-1914), otras obras: El Retablo de los Duendes, Campiña Interiorana. En sus obras se ve la perfecta fusión, una base de vivencias personales y de reminiscencias literarias, cauce para el más ágil e ingenioso humorismo que se ha dado en tierra istmeña.
Gil Blas Tejeira es para los periodistas un hombre a reverenciar. No solo fue uno de los mayores impulsadores para que este oficio fuera una profesión universitaria, sino que desde sus columnas en La Nación y El Día nos dio clases de cómo se debe escribir.
Tejeira, ameno escritor, logra una y otra vez estampas animadas, pero la novela no cuaja. Sus breves capítulos no llegan a fundirse en un organismo. Y los personajes quedan apenas bosquejados. Muy pocos la figura de Goethal alcanza firmes relieves-despiertan interés. Ninguna de las ficciones de Pueblo Perdidos se afirma de modo perdurable, ni la trama general supera los lindes de una historia común. Literariamente, es la obra más débil del autor.
También cultivo el género del cuento, la poesía y la novela. Otros cargos que desempeñó durante su vida fueron: bibliotecario en la Biblioteca Mateo Iturralde de la ciudad Colón, canciller del Consulado de Panamá en Kingston (19029-31) , tesorero del Ayuntamiento de Colón, diputado de la última asamblea constituyente, Embajador de Panamá ante el gobierno de Costa Rica y director fundador del semanario “calle 6” de la ciudad de Colón. Publicó un libro de poesías: Epigramas y Sonrisas. Es el autor de la obra de carácter biográfico: Páginas de la Historia Panameña: Biografía de Ricardo Adolfo de la Guardia
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