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Los niveles de inserción política, social y económica de la mujer panameña en la sociedad

LOS NIVELES DE INSERCION POLÍTICA, SOCIAL Y ECONÓMICA DE LA MUJER
El trabajo desempeñado por las mujeres ha tenido una importancia vital desde la prehistoria, aunque su contribución a la economía ha variado según la estructura, las necesidades, las costumbres y los valores sociales. Esto desde la prehistoria, hasta los días de hoy. Aunque las mujeres representan una gran parte de la fuerza laboral mundial, su trabajo se sigue limitando a ciertos campos profesionales en los que no se requiere una alta preparación y que suelen ser actividades mal remuneradas. Sin embargo, según los datos de la Organización Internacional del Trabajo, a medida que los países se van industrializando las mujeres mejoran su categoría profesional. En casi todos los países industrializados existe una legislación relativa a la igualdad de oportunidades y a la protección de la mujer en el trabajo. El reconocimiento del rol de las mujeres en el ámbito laboral, ha significado poner de manifiesto las discriminaciones y exclusiones que éstas han venido sufriendo. Desigualdades que no sólo se deben a las exigencias y restricciones propias del mercado laboral, sino también y sobretodo a prácticas culturales, mitos y modelos sociales que afectan desfavorablemente a las mujeres. Estas prácticas que las han dejado atadas a roles tradicionales y domésticos, que invisibilizan su aporte e influyen fuertemente al momento de valorar su trabajo. La creciente participación de las mujeres en las tareas económicas obedece a la convergencia de factores sociales, económicos, culturales y demográficos.
El desarrollo y el mejoramiento de la condición social de la mujer son aspectos íntimamente interrelacionados. No hay duda que los avances del progreso durante todo el siglo XX fueron considerables y mucho también lo ganado en la impostergable tarea de mejorar la condición social de la mujer. Sin embargo, las mujeres todavía están sujetas a formas abiertas o veladas de discriminación y enfrentan en el nuevo siglo importantes obstáculos para garantizar su participación plena en el proceso de desarrollo. La incorporación del potencial creativo de las mujeres del mundo en los distintos procesos de la vida económica, en condiciones de igualdad con el varón, es un acto de justicia social y constituye una de las bases fundamentales para impulsar el desarrollo del país.


La discriminación de las mujeres ha sido abordada desde diversas disciplinas, y de hecho hay una considerable contribución epistemológica con perspectiva de género. Uno de los aspectos menos estudiados en nuestros países es la relación entre las mujeres y la economía. Sin embargo las últimas décadas han sido testigo del surgimiento y desarrollo de nuevos enfoques en economía que critican los paradigmas tradicionales por tener un sesgo androcéntrico, tanto en los conceptos y categorías como en los marcos analíticos utilizados.
Ya en el siglo XIX diversas autoras escriben sobre el derecho de las mujeres a tener un empleo y denuncian las desigualdades laborales y salariales. Entre ellas Bárbara Bodichon (1857), Gilman (1898), Fawcet (1918), y otras. Desde entonces los escritos económicos que tratan la problemática de las mujeres han aumentado notablemente.
En Panamá, se han realizado diferentes avances en la búsqueda de la equidad entre hombres y mujeres, desde principios del siglo XX, con la lucha por la ciudadanía y el derecho al voto para las mujeres. Este proceso se fortaleció a raíz de la I Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en México en 1975, y la subsecuente Década de la Mujer establecida por Naciones Unidas. Los principales logros institucionales del movimiento de mujeres en Panamá, se dan en los últimos años del siglo XX, en cierto modo bajo el influjo de las 4 Conferencias Mundiales de la Mujer. Se han creado instancias gubernamentales y no gubernamentales, se han promulgado leyes que propician la equidad de género, entre otros avances. Además la actividad de servicios es el empleador mayoritario de las mujeres, ya que del total de mujeres económicamente activas, el 81.4% de la participación femenina se ubica en este sector. Entre los subsectores que en términos de empleo brindan mayores oportunidades a las mujeres se encuentra el comercio, el turismo, educación, salud, banca y el servicio doméstico. La preparación de las mujeres en áreas afines a estas actividades de punta, especialmente en tecnologías de la información y comunicación resultan indispensables para acceder a los mercados con mayores probabilidades de éxito, y con mejores salarios. En la medida en que las mujeres incursionen en oficios no tradicionales se contribuirá a superar la discriminación sexual en el trabajo.


Socialmente al hombre, no solamente se le atribuye la responsabilidad de la actividad económica (productiva), sino que se le resta su participación en la esfera doméstica (reproductiva). En tanto las mujeres, contribuyen con una economía invisible, —la doméstica— donde el producto de su trabajo, no solamente no es valorado y contabilizado, sino que es ignorado y no se considera trabajo productivo. Es decir, tradicionalmente el hombre es el que construye la economía, mientras que la mujer es casi excluida de ella.
Durante los últimos años se observan cambios positivos en el sentido de que algunos hombres apoyan a sus esposas en los quehaceres del hogar, sin embargo, aún es muy limitada la participación masculina en las labores reproductivas. Estudios realizados en España demuestran que aún cuando los varones creen que las mujeres tienen derecho a trabajar fuera de casa, sólo el 40% cree que las tareas domésticas deben repartirse; y que el 50% de los varones adultos que conviven con familiares no hace nada en su hogar, excepto comer y descansar. Similares resultados se observaron en encuestas realizadas en Estados Unidos, en donde se indica que los hombres dedican más tiempo para divertirse que las mujeres.
En Panamá, al igual que en el resto de las economías latinoamericanas, existe una notoria escasez de cifras que permitan visualizar la contribución de la mujer en términos del trabajo total que ésta realiza en la economía, -dentro y fuera de su casa-, ya que la economía es supuestamente neutral al género y su aporte no se contabiliza en las estadísticas. Es importante destacar que las desigualdades con respecto a las mujeres en el mundo laboral, no solamente se da en función de las oportunidades de acceso al mercado de trabajo –en virtud de la discriminación por sexo-, sino que se observa también en los precios de la mano de obra, ya que un salario asignado a la mano de obra femenina por un mismo tipo de trabajo realizado, es menor que el salario pagado a la mano de obra masculina. Esta situación impide medir adecuadamente la producción, dando como resultado menores niveles en el producto interno bruto, en las recaudaciones impositivas inferiores y en las contribuciones a la seguridad social.


Las mujeres, que representan en promedio el 50% de la población panameña y cuyos niveles educativos sobrepasan el de los varones, tienen un gran potencial para aprovechar las oportunidades de un entorno internacional favorable, ya sea a través de autoemprendimientos o como asalariadas, lo que les permitirá obtener mayores beneficios económicos y por lo tanto, contribuirán mayormente a elevar las condiciones sociales en el país.
En Panamá, al igual que en el resto de América Latina, la participación en el mercado de trabajo es mayoritariamente masculina. La escasa participación femenina en el trabajo fuera del hogar se fundamenta en el papel tradicional asignado a las mujeres en la sociedad. En el ámbito del empleo, aun cuando gran parte de las tareas desempeñada por las mujeres permanece oculta o subregistrada, su participación en la actividad económica ha aumentado de manera significativa, lo que puede atribuirse a la convergencia de diversos factores de naturaleza social, económica, cultural y sociodemográfica. Entre ellos destacan los cambios en las pautas matrimoniales, el descenso de la fecundidad y la significativa elevación de los niveles educativos de las mujeres. Asimismo, la presencia cada vez mayor de la población femenina en el mercado de trabajo responde a los procesos de modernización y reestructuración que han tenido lugar en la economía de muchos países, aunque también constituye una expresión de la proliferación de estrategias generadoras de ingreso, mediante las cuales las mujeres contribuyen a sostener el nivel de vida de sus familias, particularmente deteriorado con las crisis y los ajustes económicos.


La creciente incorporación de las mujeres a la actividad económica no es en sí misma suficiente para mejorar su condición social. La cristalización efectiva de los avances derivados de su cada vez mayor inserción en la vida económica depende del tipo de ocupación que desempeñen, de las características de los procesos económicos en los que participen, de la remuneración que reciban, de la duración de la jornada laboral y de las prestaciones a las que tengan acceso; asimismo, depende de una distribución más equitativa de las tareas y responsabilidades domésticas entre hombres y mujeres, del acceso a infraestructura y servicios de apoyo y del poder de uso y destino de sus ingresos.
Es importante señalar que el acceso de las mujeres al ámbito económico representa, entre otros aspectos, la posibilidad de acceder al ámbito público; la oportunidad de contar con ingresos propios, lo cual le otorga una mayor autonomía y capacidad para la toma de decisiones, así como un mayor poder de negociación al interior del núcleo familiar; y un mayor control de los recursos, hecho que con frecuencia se traduce en una mejor distribución del gasto familiar, con su consecuente efecto positivo en la salud y la calidad de vida de su familia. Todos estos aspectos se encuentran estrechamente ligados con la potenciación de su capacidad para decidir sobre aspectos fundamentales de su vida, como son los eventos de naturaleza demográfica.


El surgimiento de movimientos de masas de mujeres en los años setenta y ochenta y su destacado papel en la lucha contra los regímenes autoritarios del continente crearon grandes expectativas de mejores oportunidades para la mujer una vez producido el retorno a la democracia. Se esperaba que la consolidación de las instituciones democráticas promoviera una mayor participación de la mujer en la elaboración e implementación de las leyes y políticas públicas que la afectan en su vida diaria. A pesar de estos esfuerzos, aún en la actualidad, la cultura machista de nuestra sociedad mantiene en desventaja la participación política de la mujer, evidenciándose en el bajo porcentaje de mujeres que ocupan cargos de poder en los gobiernos.
Al respecto, el Consejo de Seguridad Nacional de las Naciones Unidas reconoció que las mujeres están todavía muy poco representadas al nivel de toma de decisiones por lo que Secretario General de la ONU, Kofi Annan, se comprometió a dar igualdad de voz en las decisiones del Consejo. La acción de organizaciones encargadas de defender los derechos de las mujeres, como por ejemplo la Comisión Interamericana de la Mujer (CIM), han logrado intervenir en los planes de acción de los Estados, presionándolos para que se cree un marco legal que proteja y le garantice cierta cuota de participación dentro de los organismos estatales. A pesar de esto, la participación política de la mujer presenta bajos niveles como por ejemplo; en el Poder Ejecutivo de países como: Brasil, Bolivia, Uruguay, Perú, Guatemala, no llega al 10%. Al respecto, Venezuela posee un alto porcentaje de 25%, mucho mayor al de los años anteriores. En el Poder Legislativo la situación es menos alentadora, en donde Venezuela de un total de 165 diputados en la Asamblea Nacional, 17 de ellos son mujeres, representando un 10.3% contra un 89.70% de diputados masculinos, aunque sin embargo, es mayor en comparación con años anteriores.


En el Poder Judicial, por su parte, los porcentajes superan el 20% en Brasil Paraguay y Bolivia y asciende a más del 50% en Venezuela y Uruguay. Con respecto a las listas partidarias en Venezuela y Panamá las mujeres participan positivamente con porcentajes superiores al 30%. Por otra parte, existe la tendencia de que en el sector público, las mujeres ocupan cargos considerados de menor rango y con temáticas sociales, tales como ministerios de cultura, educación, juventud y bienestar social, mientras que en las áreas consideradas como importantes centros de poder político, su participación es menor, como Hacienda o Relaciones Exteriores. Sin embargo, existe un incremento paulatino en el nombramiento de mujeres a importantes cargos de alto nivel. Además existe predisposición por aquellas candidatas a cargos públicos que están emparentadas con algún personaje político masculino de importancia. En entrevista realizada a once parlamentarias latinoamericanas, ocho reconocieron que su llegada al parlamento efectivamente se había visto facilitada por sus vínculos familiares.
Las bancadas femeninas alcanzan una particular eficacia cuando logran establecer relaciones de apoyo con las organizaciones de mujeres de la sociedad civil obteniendo importantes reformas legislativas en varios países. No obstante, aún persisten varios factores que impiden la formación de alianzas de mujeres. En principio, la clase política y el electorado no siempre responden con prontitud para apoyar una agenda femenina, y en ocasiones hasta se oponen a ello. Esto trae como consecuencia que las alianzas de mujeres, se ven en la obligación de plantear sus peticiones de forma amplia y lo menos controvertida posible, sin identificarlas directamente en beneficio del género sino resaltando la importancia y pertinencia que tiene para toda la sociedad, de forma tal que puedan lograr los objetivos y metas trazadas.


El destino de las alianzas está condicionado por el clima político imperante, si el partido de gobierno y el movimiento social apoya la agenda es muy probable que se logren los objetivos esperados, pero si por el contrario, la mayoría en el poder no favorece las iniciativas, se interrumpiría el trabajo de la asociación e incluso puede llevarla a su extinción. Por último, la discrepancia existente con respecto a lo que se entiende como los intereses de la mujer, obstaculizan la formación de alianzas, ya que desde el punto de vista tradicional, los intereses de la mujer provienen de su condición de esposas, madres y amas de casa, mientras que la posición feminista los relacionan con igualdad de oportunidades y grados de poder en la política, en el trabajo y en el hogar. Entre estas dos visiones existe suficiente compatibilidad para poder establecer las alianzas, como por ejemplo: violencia doméstica, equidad en el trabajo y protección de la niñez, pero aquellos temas como el aborto y el control de la natalidad generan el rechazo de muchos y son identificados como asuntos feministas, por lo que se torna problemático la conformación de alianzas. Debido a estos factores, existen muchas mujeres que participan en la política y que se niegan a ser identificadas como feministas ya que ven limitadas sus oportunidades gracias a una postura de rechazo en un medio dominado por hombres.
La conformación de servicios de la mujer dentro del aparato del estado ha planteado un verdadero dilema para las activistas del movimiento de mujeres. Muchas de ellas han asumido con entusiasmo la oportunidad de participar en el diseño y ejecución de las políticas de estado, pero otras consideran que son los movimientos autónomos de la sociedad civil quienes mejor defienden los intereses de la mujer, argumentando además que es fácil cooptar a los servicios de la mujer y que las prioridades del gobierno de turno coartan la libertad de acción de sus integrantes. Las Comisiones Parlamentarias, son otra manifestación de la organización de las mujeres, en donde diversos países conforman comisiones parlamentarias encargadas específicamente de discutir temas de interés, defender los derechos de las mujeres y realizar propuestas legislativas para dar marco legal a la protección del género y sus intereses. La sociedad civil organizada es otra manifestación, y una de las más importantes en lo referente a la defensa de los intereses y derechos de la mujer, sin embargo ha sido víctima de una fragmentación debido a la incidencia de las ONG en donde se desarrolla un deterioro en la relación de las mujeres que se mantienen en contacto con el poder y los sectores populares.


El primer Día Internacional de la Mujer fue organizado en los Estados Unidos el último día de febrero de 1908. Ese día las organizaciones de mujeres socialistas llamaron a desarrollar enormes manifestaciones públicas para luchar por el derecho de la mujer al voto y por sus derechos políticos y económicos. En 1909, en fecha similar, 2,000 personas asistieron a una demostración para celebrar el Día de la Mujer en Manhattan, Nueva York. En 1910, las feministas y las socialistas de todo el país se unieron a la celebración de este día de movilización popular.
La presencia de la mujer en cargos de importancia política y alta responsabilidad ha aumentado progresivamente, sin embargo el proceso ha sido lento. En la medida en que la posición de la mujer tanto en la economía como en la sociedad, ésta podrá acceder a más y mejores puestos de poder, valiéndose por sus méritos. El Parlamento Latinoamericano y la Comisión de la Mujer, comprometidos a defender sus intereses, está llamado a formar parte activa a este proceso de transformación y a darle el carácter beligerante que posee, haciendo todos los esfuerzos necesarios para lograr que la mujer goce a plenitud de sus derechos y pueda desenvolverse satisfactoriamente en el ámbito público nacional demostrando sus capacidades.

Citar este texto en formato APA: _______. (2010). WEBSCOLAR. Los niveles de inserción política, social y económica de la mujer panameña en la sociedad. https://www.webscolar.com/insercion-de-la-mujer. Fecha de consulta: 24 de noviembre de 2024.

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