Los viajes por mar en la Edad Media eran siempre una aventura. Durante casi toda la Edad Media, los conocimientos europeos de navegación se reducían al mar Mediterráneo, el mar del Norte y las zonas costeras del Atlántico. Unos hechos de gran trascendencia desde el punto de vista náutico aparecen en la primera parte del siglo XIII; se trata del empleo del timón de codaste en el gobierno de las embarcaciones y de la introducción de la vela latina en el aparejo, lo cual permitía a los buques navegar en contra del viento por medio de bordadas sucesivas.
Entre las embarcaciones que se vieron en la Edad Media fueron:
- Las Carracas: con la necesidad de aportar a los buques mayores tonelajes, surgieron las carracas, barcos que exigieron mayor superficie vélica, tanto que los constructores se vieron obligados a subdividir el paño o velas para hacerlas más manejables, naciendo por esta razón la gavia, vela que se izaba por encima de la cofa, con los puños de escota que se hacían firmes en los extremos, braceándose todas al mismo tiempo.
- La Naos: fueron diseñadas pensando en travesías prolongadas y en las difíciles condiciones de navegación del Atlántico. Las carabelas y las nâos tenían una combinación de velas cuadradas (de origen oriental) y triangulares (vela latina, que permitía navegar contra el viento), un timón largo y una quilla curvada y alta, que proporcionaba mayor seguridad y fortaleza al barco. Las nâos estaban dotadas de un mayor número de velas triangulares.
- Las Carabelas: Una característica que destaca en la definición de carabela, es que era un navío largo y angosto. Es, por tanto, interesante conocer, cuales son las relaciones entre las dimensiones principales del buque. La carabela es producto de la síntesis del modelo nórdico, que se conoció a mediados del S. XIV, con los barcos que se usaban en el Mediterráneo. Fue perfeccionada por la escuela de navegación portuguesa, fundada en Sagres por Enrique el Navegante.
Entre las mercancías que se transportaban en estas embarcaciones durante la Edad Media, se pueden clasificar las hierbas y especias en dos grupos, las que modifican, tanto el sabor, como el aspecto de los alimentos, en este grupo estarían el azafrán, la canela, el tomillo y el romero, entre otros; y las que excitan el paladar, entre las que se encuentran la pimienta, el pimentón, la nuez moscada y las diversas variedades de chiles. Se solían intercambiar por lanas, metales, maderas y manufacturas textiles y componentes del petróleo, de las propias ciudades italianas. Se logró que de nuevo llegasen a Europa la pimienta, el cardamomo, la canela, la nuez moscada y el azafrán.
En el siglo XIII, los barcos que navegaban por el Mediterráneo poseen timón y, en adelante se abrirán enormes posibilidades en la navegación. Paralelamente a la aparición del timón, que hacía mucho más fácil direccionar los barcos, tuvo lugar la aparición y utilización generalizada de las antiguas velas latinas, triangulares, que fueron difundidas por los navegantes islámicos.
A partir del siglo XII en el Mediterráneo se va haciendo común la vela triangular, más fácilmente orientable, que permite navegar con viento de costado, mientras que las velas más usuales, trapezoidales, exigían para poder navegar el viento de popa, circunstancia que enlentecía sobremanera las singladuras, encareciendo el transporte. La vela latina constituyó, sin duda, una novedad importante que proporcionó una mayor velocidad en los desplazamientos marítimos.
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