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El hombre y sus valores

INTRODUCCIÓN

 

            Los valores humanos es un tema considerado muy importante ya que esta internamente relacionado con la sicología debido a que algunas patologías muy frecuentes se ven conectadas por la carencia de buenos valores.

            Una encuesta realizada se muestra que al 41% de las personas les cuesta discernir lo que esta bien y lo que esta mal. Los medios de comunicación invaden nuestra vida con imágenes de violencia, sexo, guerra… El problema es que estos medios, tan accesibles, llegan a los más jóvenes, a los niños que crecen pensando que todo eso que les rodea es lo más normal del mundo. Algo que preocupa a padres, maestros, cuidadores y psicólogos.

            La mayoría de las corrientes sicológicas aceptan que en la formación de la conducta de los individuos afectan, principalmente, dos variables: la carga genética y la interacción ambiental. La carga genética no determina nuestro comportamiento pero crea una predisposición a determinadas posturas a la hora de desarrollar la conducta del individuo. El ambiente en el que crecemos también influye de manera notable en las personas, como los jóvenes de los que hablábamos antes, que consideran algo normal la violencia, las guerras… Vivimos en una época en que los valores humanos se ven menospreciados y se asocian al conservadurismo, en tanto en cuanto, a que se ve como algo pasado que no esta de moda. La moda es ser “liberal”, abierto de mente, en la que todo o casi todo es relativo.

            En nuestra opinión asistimos a una deformación de las personas, los datos de la encuesta lo demuestran y además están aumentando, el 41% no es capaz de discernir lo que esta bien de lo que no. La “terapia” o más bien la solución parece ser bien sencilla: La practica de los valores de siempre: respeto, sinceridad, solidaridad, saber comportarse, talante democrático… Con ello los problemas antes mencionados serán más fáciles de tratar.

 

EL HOMBRE Y SUS VALORES

 

             El hombre, como animal racional, posee capacidades que le diferencian del resto de los seres vivos. Una de esas capacidades es la de emitir “juicios de valor”, esto quiere decir: valorar las cosas que le rodean.

 

 

¿QUÉ SON LOS VALORES?

 

            Distintas posiciones filosóficas y antropológicas han sostenido diferentes posturas acerca de su definición y realidad. Aquí solo vamos a mostrar las dos posiciones que nos parecen más interesantes o que han creado controversia.

Uno de los puntos de vista defiende la existencia de los valores por sí mismos, independientemente de todo e independientemente de que el hombre los perciba o no. Por otro lado, está la teoría que sostiene, que los valores son producto de la capacidad intelectual del hombre.

En nuestra opinión, ambas posiciones poseen un criterio válido, ya que las cosas no existen con independencia de sus valores, y los valores no existen sin un sustrato que los mantenga. La persona valora las cosas, y el objeto o cosa ofrece un fundamento para ser valorado. La capacidad intelectual del Homo Sapiens ha de servirle para descubrir por qué una cosa es buena. Pero este descubrimiento solo es posible a quien contempla el mundo de forma positiva, a quien previamente ha comprendido que todo lo que nos rodea tiene una finalidad, un sentido, una razón de ser y que es buena.

Luego de todo esto, podemos concluir que valor es todo aquello que hace a las cosas buenas.

 

 

INTERIORIZACIÓN DE LOS VALORES

 

            El ser humano, para comportarse como tal, ha de tender al bien que la razón le propone como objetivo de su natural tendencia a la felicidad. Toca a la persona hacer una valoración de las cosas y establecer una jerarquía de importancia. Así comprenderá que hay valores que deben ser sacrificados en aras de valores más altos: la salud es más importante que el dinero.

La diferente jerarquización de los valores es lo que otorga la talla moral a cada individuo.

Es evidente que la educación de una persona dependerá de esta “escala moral” que haya interiorizado y que se encuentren en congruencia con el propio proyecto de vida.

 

 

FUNCIÓN DE LOS VALORES

 

            El sujeto valora las cosas que le rodean en función de sus circunstancias. Un plato de comida adquiere mayor valor para una persona que se muere de hambre que para una que se ha saciado a conciencia y vomita. Nuestros valores siempre están influidos por nuestras motivaciones y necesidades.

Hablar de valores humanos significa aceptar al hombre como el supremo valor entre todas las realidades humanas.

La valoración que hacemos de las cosas no la efectuamos con la sola razón, sino con el sentimiento, las actitudes, las obras… Con todo nuestro ser.

Cuando contemplamos una obra de arte, con frecuencia sentimos que nos conmueve, y nos lleva a pronunciarnos en emotivas exclamaciones de aprobación y admiración. Los Lirios de Vincent Van Gogh, podrán venderse por miles de millones, pero una cosa es lo que cuestan y otra lo que valen.

¿Acaso no poseen el mismo valor el día que los pintó que hoy? Tal vez esté ahí uno de los problemas de nuestra sociedad: una gran sensibilidad para lo económico y una escasa sensibilidad para los otros valores…

 

 

EDUCAR EN VALORES

 

            Educar al hombre en los valores humanos es educarlo para que se oriente en el valor real de las cosas. La declaración universal sobre los derechos humanos de la ONU recoge el común sentir de los hombres que reconocen los valores que dignifican y acompañan la existencia de cualquier ser humano.

Hablar de valores humanos significa aceptar al hombre como el supremo valor entre todas las realidades humanas, y que no debe supeditarse a ningún otro valor terreno, dinero, estado, ideología…

 La escala de valores será la que determine sus pensamientos y su conducta. La carencia de un sistema de valores bien definido, sentido y aceptado instalará al sujeto en una indefinición y vacío existencial que le dejará a merced de criterios y pautas ajenas.

Los valores nos ayudan a despejar las principales interrogantes de la existencia: quienes somos, y que medios nos pueden conducir al logro de ese objetivo fundamental al que todos aspiramos: la felicidad.

 

 

LA TRANSCENDENCIA DE LOS VALORES HUMANOS

 

            Los valores se han sido buscados para satisfacer la vida de los hombres desde tiempos remotos, como en el caso de Diógenes, filósofo griego originario de Sínope (Asia Menor), considerado como el miembro más destacado de la escuela cínica fundada por Antístenes. En algunas narraciones, Diógenes se nos aparece siempre como un personaje extravagante que lleva hasta las últimas consecuencias la tesis básica de la escuela cínica: el vivir conforme a la naturaleza, el desprecio de las convenciones sociales y la absoluta independencia respecto de las instituciones. Sin apego ninguno por los bienes materiales, Diógenes vivía como un vagabundo, como un “auténtico perro” (de donde deriva el nombre de cínico), se aloja dentro de un tonel.

Iba por las calles, en medio de la multitud, con una tea encendida, a plena luz del día. Le preguntaron: –¿Qué buscas con esta luz a pleno día?Busco a un hombre. Quería decir con esto, que buscaba a un hombre verdadero, no a un miembro del rebaño embrutecido. Abundando sobre lo difícil que resultaba encontrar a un verdadero hombre entre sus vecinos, idea que, al parecer, no había sido adecuadamente captada por sus coetáneos, gritó en otra ocasión: “Hombres a mí”. Cuando se le acercaron unas cuantas personas a socorrerle, comenzó a escupirlas diciendo: “He dicho hombres, no basura”.

La práctica habitual de las virtudes éticas hace al hombre moral y lo dispone a la felicidad.

A pesar de las excentricidades de este filósofo cínico, hay un punto de razón en sus palabras: hoy, como ayer, estamos más preocupados por la imagen, por las apariencias, que por el modo de ser y por la verdad sobre nosotros mismos. No son pocos los sociólogos y filósofos que subrayan la falta de valores de la sociedad actual. Cuando los miembros de una sociedad se desvalorizan individualmente, tarde o temprano esto se refleja en la colectividad. Como son esos valores precisamente los que nos hacen humanos, perderlos supone la deshumanización personal y social de la civilización presente. Esto puede explicar por qué en la actualidad existen tantas apelaciones a los valores humanos y por qué éstos brillan tanto por su ausencia.

 

LAS VIRTUDES HUMANAS

 

            Entre esos valores humanos, ocupan un puesto preponderante las virtudes humanas. La palabra virtud, del latín virtus, igual que su equivalente griego, areté, significa “cualidad excelente”, “disposición habitual a obrar bien en sentido moral”. Puesto que se trata de una disposición o capacidad adquirida, por el ejercicio y el aprendizaje, de hacer lo que es moralmente bueno, la virtud es una cualidad de la voluntad que supone un bien para uno mismo o para los demás. Y en esto se distingue una virtud de cualquier otra disposición habitual, como por ejemplo la salud, la fuerza física o la inteligencia: en que “en un hombre virtuoso la voluntad es la que es buena”.

            Las fuentes de la doctrina sobre la virtud son Platón, Aristóteles y Tomás de Aquino. La virtud es, en Platón, el dominio de la parte racional del alma sobre la parte apetitiva (tendencia a lograr un fin sensible) y sobre la parte irascible (tendencia a evitar un daño sensible). Aristóteles desarrolla este esquema y sistematiza la doctrina de la virtud en el Libro II de la Ética a Nicómaco. El alma racional platónica es en Aristóteles la diánoia o razón discursiva en su función práctica (excluidas las funciones teóricas y productivas de la razón); el buen funcionamiento de esta razón supone la virtud dianoética de la prudencia, o phrónesis, la racionalidad práctica, y a ella incumbe el saber llevar una vida moralmente virtuosa.

La vida es moralmente virtuosa si se tiene el hábito de la virtud, “por el cual el hombre se hace bueno y por el cual ejecuta bien su función propia”; la práctica habitual de las virtudes éticas, que consisten en un justo medio entre dos excesos, hace al hombre moral y lo dispone a la felicidad. Por esto la ética no es sino el cumplimiento del fin del hombre. En esta misma línea, Tomás de Aquino distingue entre apetito natural, el de la comida, por ejemplo, sensitivo e impulsado por la imaginación o la sensación, y el racional, que es la determinación de la voluntad. El concepto aristotélico de virtud, fundamento de la ética, pasa con el Aquinate al mundo cristiano. A las virtudes morales de Aristóteles y a las principales o cardinales -así llamadas por San Ambrosio- que Platón menciona como fundamentales en La República, a saber: sophía, prudencia; andreia, fortaleza; sophrosine, templanza; y dikaiosyne, justicia, añade las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que tienen por objeto a Dios.

 

 

LOS HÁBITOS

 

            Tanto el bien como el mal obrar forman costumbres e inclinaciones en el espíritu; es decir, hábitos de obrar. A los buenos se les llama “virtudes”; y a los malos, “vicios”. Un hábito bueno del espíritu es, por ejemplo, saber decidir sin precipitación y considerando bien las circunstancias. Un vicio, en cambio, en el mismo campo, es el atolondramiento, que lleva a decidir sin pensar y a modificar muchas veces y sin motivo las decisiones tomadas. Algo tan importante como lo que llamamos “fuerza de voluntad” no es otra cosa que un conjunto de hábitos buenos conseguidos después de haber repetido muchos actos en la misma dirección. Ésta es la regla de oro de la educación del espíritu: la repetición. Hay un pequeño caso que afecta a una parte importante de la humanidad y que nos ofrece un buen ejemplo: la hora de levantarse de la cama. Casi todos los hombres tenemos la experiencia de lo que supone en ese momento dejarse llevar por la pereza, y los que son más jóvenes la tienen de una manera más viva. Si, al sonar el despertador, uno se levanta, va creando la costumbre de levantarse, y, salvo que suceda algo como un cansancio anormal, resulta cada vez más fácil hacerlo. En cambio, si un día se espera unos minutos antes de dejar la cama, al día siguiente costará más esfuerzo; y si se cede, todavía más al día siguiente. Así hasta llegar a no oír el despertador.

 

VIRTUDES HUMANAS FUNDAMENTALES

 

            Las virtudes humanas fundamentales son, desde Aristóteles, las siguientes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Prov 14,15). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe S. Tomás (S.Th. 2-2, 47,2), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la simulació, es llamada la “auriga virtutum”: Conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

            La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las debilidades y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar para seguir la pasión de su corazón. Los hábitos buenos -las virtudes- consiguen que se vaya estableciendo el predominio de la inteligencia en la vida del espíritu. Los vicios dispersan las fuerzas del hombre, mientras que las virtudes las concentran y las ponen al servicio del espíritu. La persona que es perezosa, que tiene el vicio de la pereza, puede fijarse, quizá, propósitos estupendos, pero es incapaz de cumplirlos: su espíritu resulta derrotado por la pereza, por la resistencia del cuerpo a moverse.

 

DOMINIO DEL SI

 

            Las virtudes humanas fundamentales son, desde Aristóteles, las siguientes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Sólo con esfuerzo – repitiendo muchas veces actos que cuestan un poco- se consigue el dominio necesario sobre uno mismo. La persona que tiene virtudes es capaz, por ejemplo, de no comer algo que no le conviene, aunque le apetezca mucho, o de trabajar cuando está cansado, o de no enfadarse por una minucia; logra que, en su actuación, predomine la racionalidad: es capaz de guiarse -al menos hasta cierto punto- por lo que ve que debe hacer. Quien no tiene virtudes, en cambio, es incapaz -también hasta cierto punto- de hacer lo que quiere. Decide, pero no cumple: no consigue llevar a cabo lo que se propone: no llega a trabajar lo previsto o a ejecutar lo decidido.

            Las virtudes van extendiendo el orden de la razón y el dominio de la voluntad a todo el ámbito del obrar. Concentran las fuerzas del hombre, que se hace capaz de orientar su actividad en las direcciones que él mismo se propone. La misma palabra “virtud” que es latina, está relacionada con la palabra “hombre” (vir) y con la palabra “fuerza” (vis). La gran fuerza de un hombre son sus virtudes, aunque quizá su constitución física sea débil. Sólo quien tiene virtudes puede guiar su vida de acuerdo con sus principios, sin estar cediendo, a cada instante, ante la más pequeña dificultad o ante las solicitaciones contrarias. En cambio, los pequeños vicios de la conducta debilitan el carácter y hacen a un hombre incapaz de vivir de acuerdo con sus ideales. Son pequeñas esclavitudes que acaban produciendo una personalidad mediocre. Y es que, como decía Aristóteles, “nuestro carácter es resultado de nuestra conducta.”

 

 

CONCLUSIÓN

 

             Este trabajo tiene como motivo incentivar a las personas que lo lean a que los valores se están perdiendo en esta humanidad, además a valorar más las cosas no materiales, no estamos ahogando en un vació por querer apreciar los bienes materiales.

             Se puede ver desde los tiempos remotos que ciertos pensadores andaban buscando personas que fueran simplemente sinceras pero no las encontraban, tal como en el caso del Filosofo Diógenes, desde allí platón, Aristóteles, y otros pensadores trataron de buscar las estos valores para poner reglas y mejorar la humanidad.

             Uno de los puntos más importantes de este trabajo es que el ambiente, necesidades y la herencia genética influyen en las decisiones instintivas del hombre acerca de sus valores.

 

RECOMENDACIONES

 

En este trabajo hago constar las siguientes recomendaciones fundamentales acerca de los valores y uso de estos en la sociedad por los hombres:

–       Educarse bien para reconocer cuales son las virtudes y los vicios (valores)

–       Valorar los aspectos de las personas y no los bienes materiales

–       Practicar el uso de los valores

–       Inculcar a los demás de los buenos valores.

–       Tener fuerza de voluntad para no dejarse llevar por los vicios.

–       Buscar los valores para encontrar la verdadera felicidad.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  • TEMA 9. CIVICA PANAMEÑA. CAP. 14. PAG. 66
  • TEMA 11. PERSONALIDAD Y RELACIONES HUMANAS. 2DA. EDICIÓN. PAG. 69 -73.
  • http://www.ecojoven.com/uno/05/valores2.html
  • http://www.ecojoven.com/02112000/valores.html
  • http://www.ecojoven.com/02112000/losintereses.html
  • http://www.ecojoven.com/dos/08/virtudes.html
  • http://www.ecojoven.com/tres/03/librosvalores.html

Citar este texto en formato APA: _______. (2012). WEBSCOLAR. El hombre y sus valores. https://www.webscolar.com/el-hombre-y-sus-valores. Fecha de consulta: 23 de noviembre de 2024.

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