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La educación de los valores en el seno de la familia

Constantemente se plantea, tanto en las escuelas como en el seno de cualquier institución vinculada con la población infantil y juvenil, el hecho de que el momento actual está marcado por una desorientación y una inestabilidad, fruto principalmente de:

  1. Unos cambios sociales, en todos los sentidos (tecnológicos, culturales, etc.).
  2. Una escasa clarificación de los valores que deben ser considerados como básicos, lo que ha llevado a la confusión entre lo que es realmente fundamental y lo que puede ser considerado como formal, arbitrario o negociable.
  3. Una actitud de los adultos que rodean a niños y jóvenes, quienes se comportan de una forma poco responsable, unos, o desorientada, otros, pero inadecuada en ambos casos, ya que se pone en evidencia que no tienen claro ni su rol educativo ni los criterios y valores que deben transmitir.

Creemos pues que, desde nuestra perspectiva educativa, es necesario plantearse la manera más idónea de dar una orientación clara y adecuada, ya que el niño tiene que ser guiado y tiene que encontrar, en los adultos, la base con la que poder formar su propia ideología y poder constituir los fundamentos de su actuación futura.

JUSTIFICACIÓN

La Filosofía nos presenta los valores como unos ideales que interesan a las personas. P. Foulquié (1961: 347) define el valor como el carácter de una cosa estimada como deseable. Los valores, pues, lo son en función de las apetencias y necesidades de las personas, y de ahí los problemas suscitados en el establecimiento tanto del elenco de los valores auténticos (distinguiéndolos de los contravalores, que también existen y cuentan en la determinación de los comportamientos) como de las prioridades entre ellos. Quizá la principal cuestión, desde el punto de vista pedagógico, estriba y en la discusión del relativismo de los valores. En el mundo contemporáneo, en efecto, domina la idea de que, así como sobre gustos no hay nada escrito, tampoco sobre valores. Aparentemente, no faltan argumentos en apoyo de esta tesis.

Pero tiene el inconveniente de que, si se admite la arbitrariedad de los valores, toda normatividad pedagógica que es esencial en el concepto de educación queda sin base ni justificación posibles. Pero el relativismo axiológico se supera considerando que los individuos, además de sus gustos y preferencias de tipo emocional (que son estrictamente personales), poseen unas necesidades racionales, las cuales, si se plantean correctamente, en lo que tienen de fundamental son comunes a todas las personas. Este es el razonamiento que hace J. Ma. Quintana (1988: 271-287) para tratar de establecer la objetividad de los valores y, por consiguiente, de la educación.

OBJETIVOS

Este proceso será posible en función de los objetivos que perseguimos, a saber:

  1. Educar, formando a todos los niños desde las primera edades, con el ejemplo como modelo, teniendo presente la globalidad de lo que puedan pensar (cognitiva), lo que puedan desear (volitiva) y lo que deban hacer (moral), llegando a un nivel de madurez y equilibrio como personas y miembros de una sociedad.
  1. Dar respuestas y recursos para que, en la pubertad y adolescencia, pueda tener una base sobre la que apoyar sus criterios y comportamientos evitando disarmonías, desequilibrios, falta de madurez y seguridad propia de los individuos egocéntricos e inmaduros.
  1. Facilitar argumentos y criterios para una reflexión, antes de actuar, ponderando las diferentes posibilidades y comprendiendo la importancia de tomar unas decisiones u otras.

CONTENIDO

TABLA DE VALORES
Morales Criterios de

estilo de vida

Criterios laborales
Altruismo.

Civismo.

Democracia/libertad.

Fidelidad/lealtad.

Honestidad.

Honradez.

Justicia.

Responsabilidad. Solidaridad/igualdad.

Ambición.

Austeridad. Compañerismo. Humildad.

Liderazgo.

Limpieza.

Perfeccionamiento. Sinceridad.

Tiempo libre.

Competencia.

Competitividad.

Conocimiento.

Independencia.

Poder.

Prestigio.

Relaciones.

Rutina.

Satisfacción.

Seguridad.

Cuando hablamos de valores hacemos referencia, como decíamos, a aquellas ideas, innegociables, que constituyen la base por la que la persona actuará autónomamente, ante cualquier situación, de forma positiva, adecuada y válida.

Hablamos de criterios ante aquellos conceptos que, pudiendo tener unas implicaciones positivas, en mayor o menor grado, pueden constituirse en móviles de actuación tanto en el ámbito personal como en el profesional. Su presencia o ausencia no constituye una valoración negativa aunque, en muchos casos, llevan implícitas formas de comportamiento que, posiblemente, puedan llegar a ser más aceptadas. En ningún caso debe generar críticas peyorativas o negativas el hecho de que una persona pueda actuar en base a ellos, por lo que no es lícito generalizar o hacer imprescindibles estos criterios.

Creemos positivo incluirlos en este proceso a fin de favorecer el interés de la conveniencia, motivación o deseo de adquirirlos, ponderando las posibles repercusiones.

Con el fin de facilitar la normativa educadora, en base a los valores planteados, ofrecemos una conceptualización de cada uno de ellos, presentados por orden alfabético, teniendo en cuenta las siguientes fuentes:

  1. Definiciones de diccionarios.
  2. Valoraciones hechas por diferentes autores.
  3. Colaboración de profesionales que actuaron como expertos en este campo, quienes dieron su opinión, matiz, discrepancia o conformidad.

Por tanto, centraremos nuestra atención sólo en los valores que deben ser imprescindibles en el marco educativo, asumidos por cuantos rodean al niño, quienes deben ser el modelo que los transmite considerándolos innegociables ante cualquier situación, debiendo, por tanto, exigirse favoreciendo que, con la edad, lleguen a formar parte de la manera de ser de los individuos.

DEFINICIÓN DE LOS DIVERSOS VALORES

A fin de facilitar no sólo la comprensión sino la máxima objetivación de los valores que deben trasmitirse, a la vez que favorecer.la posible defensa ante las presiones o en debates, hemos considerado oportuno ofrecer la definición de cada uno de los que se presentan en el cuadro anterior.

Altruismo

Es el valor por el que el individuo tiende hacia los demás de una manera desinteresada dedicando su tiempo libre, dinero, etc., contraponiéndose al egoísmo, por lo que en lugar de moverse dando prioridad al ego, en el centro y objetivo de sus esfuerzos estará el alter. Este tipo de comportamiento debe ser generalizado entre los de su entorno, pudiendo llegar a repercutir, incluso, en sus comportamientos más amplios y, también, profesionales. B. Martínez Mut (1989: 243) señala como objetivos de la Educación Social el promover hábitos de colaboración, tolerancia, comprensión y convivencia.

Civismo

Valor que lleva a tener una actitud positiva hacia la comunidad respetando los objetos, actuaciones, etc. Esta actitud positiva puede dirigirse, también, hacia los demás como comunidad, desvelando el interés hacia una posible participación para optimizar el funcionamiento del grupo (más o menos amplio) en el que se vive, ya sea barrio, escuela, empresa, pueblo, ciudad, etc. Implica ser solidario más allá del cumplimiento de las normas no evadiendo responsabilidades que se pueden derivar de ellas, colaborando con más o menos protagonismo en las iniciativas de los demás, pensando en cómo favorecer la convivencia, manifestando sentimientos de solidaridad. Pues, como afirma O. Reboul (1988: 34), la humanidad constituye un valor que trasciende a todos los relativismos.

Democracia/libertad

Valor que lleva al individuo a comportarse respetando las ideas de los demás, con lo que se valora el pluralismo, la libertad de pensamiento y acción, siempre que no atenten contra los demás en ningún sentido. Valora el diálogo y, por tanto, la capacidad de entendimiento y respeto Valores como éste y el anterior han sido incluidos por la LOGSE en el currículo previsto en la nueva Reforma Educativa; pero, en cambio, se han olvidado otros que son fundamentales, como lo ha criticado J. M.a Quintana (1992). La libertad de los hijos depende, en parte, del buen ejercicio de la autoridad paterna (M. López Bachero, 1986: 110).

Fidelidad

Valor que se manifiesta en el hecho de mantener la palabra dada, el compromiso adquirido, el hecho de perseverar incondicionalmente. Conlleva una actitud sincera.

Significa no sólo tener claro el compromiso personal con los demás, sino también querer respetarlo, llevándolo a cabo sin engaños, sin justificaciones para no cumplir lo pactado. Se manifiesta una lealtad. Hay diferentes tipos e implicaciones de fidelidad: personal, religiosa, política, etc. Como afirma R. Medina (1987: 192), el objetivo primordial y último de la educación moral es la creación y afianzamiento en el educando de las virtudes morales, siendo la fidelidad una de ellas.

Honestidad

Entendemos por honestidad aquella manera de proceder que da prioridad al respeto o deber asumido personalmente.

Está estrechamente relacionada con la honradez, aunque creemos que su matiz podría situarse en el sentido de que la honestidad lleva a comportarse de acuerdo con unos criterios personales,’ por lo que su no cumplimiento u observancia no deben ser considerados como una falta de respuesta positiva, ya que se puede responder adecuadamente, pero de forma menos exigente.

Honradez

Está de alguna manera relacionado con la honestidad. El matiz es que, de hecho, lleva a formas de comportamiento relacionadas con la lealtad y el deber, pero actuando de acuerdo con unas normas asumidas socialmente, con unos criterios morales y con unos principios y valores establecidos objetivamente.-implica, pues, tener una moral autónoma (Piaget, 1972), es decir derivada del autocontrol, donde los criterios de acción no se derivan del hecho de poder ser descubierto o castigado, como sucede en la moral heterónoma, propia de los más pequeños.

Justicia

Valor que lleva a cumplir los acuerdos según la ley, reglas, normas que se consideran positivas y equitativas. No se favorece a nadie de forma especial y se reconoce el derecho legal, moral, administrativo que corresponde a cada persona o situación concreta. Dar importancia a este valor implica un control ante el egoísmo y lleva a la persona a actuar de forma justa, aunque nadie la obligue. Controla, pues, las pequeñas situaciones cotidianas de forma equitativa.

Responsabilidad

Valor que lleva a responder a los compromisos adquiridos sin evasiones, justificaciones ni necesidad de papeles que lo exijan. Va más allá del cumplimiento específico determinado por el lugar y condición. Dé él se derivan actitudes y comportamientos emanados del individuo quien, de acuerdo a su edad, rol o lugar que ocupa, responde positivamente. Escribe R. Medina (1990: 39) que ese difícil y delicado tránsito, desde la enajenación y la dependencia en que el niño pequeño se encuentra en el medio familiar, a la posesión responsable de la propia personalidad; es decir, a la conquista de la libertad interior, es otra de las importantes tareas educadoras propia de la familia.

Solidaridad

Valor que lleva a considerar que todas las personas deben ser tratadas con el mismo criterio de justicia con el que queremos ser tratados, lo que exige dar respuestas positivas, al menos actitudinalmente, ante situaciones de individuos o grupos sociales menos favorecidos, aun en detrimento propio, para intentar paliar la injusticia.

Teniendo presente, pues, que la sociedad no transmite escalas de valores organizadas, constatamos que más bien, a través de una dialéctica ambigua:

  1. Se potencia el hedonismo, la libertad individual sin contraponerla a la obligación o a la libertad colectiva.
  2. Se manifiesta, aunque sólo sea implícitamente, una actitud de laxitud respecto a la presencia o ausencia de valores llegando, incluso, a una actitud negativa hacia aquellos que defienden y se mantienen fieles a ellos, porque los consideran innegociables (no engañar aunque nadie lo descubra, trabajar responsablemente aunque no haya una recompensa extra ni se valore explícitamente, cumplir adecuadamente con las obligaciones aunque se sea funcionario, no cometer fraudes ni públicos ni privados, etc.).

Por todo ello es necesario que se formulen claramente, sistemáticamente y con precisión unos criterios educativos que faciliten la adquisición de unos valores permanentes. La exigencia y la dialéctica deben ser adecuadas a la edad y nivel madurativo, sin perder por ello su objetividad y generalidad.

En este sentido es realmente importante que la familia como núcleo más próximo al niño y con una influencia privilegiada asuma con coherencia la educación de los valores, ya que la escuela ejerce una influencia menos intensa.

Esta educación llevará al niño a no dejarse arrastrar por el mejor postor, y le ayudará a analizar las situaciones con coherencia y objetividad, favoreciendo en él las conductas prosociales. Pues como dice P. Fermoso (1987: 324 y ss.), es exigible una objetividad axiológica, en virtud de la cual la conducta humana no es juzgada por apreciaciones personales y subjetivas, inducidas por caprichos e intereses, por utilidades y éxitos, sino por la realidad.

BIBLIOGRAFÍA

BARBERÁ, V. (1989) La enseñanza de los valores en la sociedad contemporánea. Escuela Española, Madrid.

MARTÍNEZ Mut, B. (1989): Dimensión social, en Varios, Pedagogía de la escuela infantil. Santillana, Madrid, pp. 227-252.

MEDINA RUBIO, R. (1987): Reflexiones sobre educación moral, en J. A. Jordán y F. Santolaria (eds.), La educación moral, hoy. Cuestiones y perspectivas. PPU, Barcelona, pp. 183-206.

Quintana Cabanas, J. Ma. (1988): Teoría de la Educación. Dykinson, Madrid.

VARIOS (1981) Teoría de la Educación. Anaya, Madrid.

Citar este texto en formato APA: _______. (2013). WEBSCOLAR. La educación de los valores en el seno de la familia. https://www.webscolar.com/la-educacion-de-los-valores-en-el-seno-de-la-familia. Fecha de consulta: 21 de noviembre de 2024.

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