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Las relaciones pedagógicas y reformulación de roles propias del taller

La redefinición de roles del educador/docente y del educando/alumno que supone el taller

Se puede afirmar que la pedagogía tradicional, en términos generales, atiende o se preocupa casi exclusivamente por un tipo de relación educativa: la relación de los docentes con los alumnos. Esto es natural cuando la organización de la actividad docente es individualista: cada alumno puede alcanzar sus objetivos, al margen de los resultados que alcancen los otros. Consecuentemente, las otras relaciones educativas (“docente/docente” y “alumno/alumno”) o son descuidadas o, al menos, no son consideradas de modo expreso; frecuentemente se las ignora.

El taller, por su modalidad operativa, implica un sistema de relaciones pedagógicas diferentes de las tradicionales, pues supone y exige una tridimensionalidad en las relaciones, a saber: docente/alumno, alumno/alumno y docente/docente. Esta tridimensionalidad de las relaciones docentes tiene su fundamento en una concepción del conocimiento conforme con el cual no se lo considera sólo como un fenómeno individual (una actividad autoestruclurante), sino que es un proceso que se da en interacción con otros.

El educador/docente tiene una tarea de estímulo, asesoría y asistencia técnica. Como en todas las formas de pedagogía autogestionarias o participativas, es un animador que incita, suscita, excita, motiva e interesa, para que el educando desarrolle sus capacidades y potencialidades.

Por su parte, el educando/alumno se inserta en el proceso pedagógico como sujeto de su propio aprendizaje; en el taller el énfasis está puesto en la actividad autoestructurante de los mismos alumnos. El taller crea las condiciones pedagógicas y de organización para el trabajo autónomo y el desarrollo de la personalidad, a través del contacto directo y sistemático con situaciones-problemas relacionadas con una disciplina o con un conjunto de disciplinas. El alumno sigue un proceso, trabaja a su ritmo y aprende de manera significativa.

Roles y funciones del educador

Partiendo del supuesto de que un docente es una persoga que ayuda a otras a aprender, esta función supone una serie de roles específicos: planificar la tarea, organizar el trabajo, seleccionar estrategias eficaces para el proceso de enseñanza / aprendizaje, motivar, animar y orientar a los alumnos, evaluar el rendimiento de los mismos, etc. Éstos, en términos generales, son los roles del docente en cuanto tal. Cada propuesta pedagógica enfatiza de manera particular algunos de estos roles.

Dentro del estilo propio de una pedagogía participativa, el educador no puede ser el clásico transmisor de conocimientos y habilidades; es, sobre todo, un facilitador-

Los roles y funciones principal del educador:

  • Sensibilizar y motivar; animar, suscitar e incitar el trabajo de los educandos para que tiendan a hacerse responsables de su propia formación.
  • Animar para que los educandos vayan autodeterminándose, es decir, que decidan por sí mismos (formular los propios objetivos en cuanto a formación), estimularlos luego para que cumplan con las responsabilidades asumidas y se autocritiquen cuando no lo han hecho.
  • Enriquecer los procesos personales de elaboración y de construcción de significados.
  • Proporcionar información e indicar fuentes de conocimientos, y transformarse él mismo en fuente de referencia.
  • Actuar como asistente técnico, llenando los vacíos cuando uno o más alumnos, o el grupo en su conjunto, después de un esfuerzo de búsqueda y experimentación,, necesita ayuda.
  • Enseñar a razonar y pensar científicamente:
  • mediante una correcta formulación de los problemas, conforme con aquello de que el saber plantear problemas es la base de todo el razonamiento científico;
  • siendo metódico y organizado en sus razonamientos, para planear cuidadosa y sistemáticamente la resolución de los problemas;
  • alentando y estimulando el desarrollo de una actividad científica, o sea, de una predisposición a “detenerse” frente a las cosas para tratar de desentrañarlas: problematizando, interrogando, buscando respuestas y sin instalarse nunca en certezas absolutas;
  • estando totalmente abierto al diálogo y al intercambio de puntos de vista, mostrando que él mismo cambia de posición (la rectifica, matiza o desecha), cuando el otro le muestra la insuficiencia de sus planteamientos.
  • Llevar a que cada alumno interrogue, reflexione y piense por sí mismo; que sea él y no por referencia a la adhesión ideológica, política o religiosa que pueda haber recibido.

Hay otras cualidades que no he mencionado, pero que deben —o deberían— ser comunes a todos los profesores. Helas aquí:

  • Crear un ambiente con un tono emocional/intelectual positivo que contribuya a la realización de un trabajo productivo y gratificante.
  • Presentar de una manera dinámica e interesante los contenidos y explicaciones teóricas que tenga que realizar.
  • Ser auténtico en sus manifestaciones: capaz de emocionarse, de reír y sonreír; tener sentido del humor e indignarse; en suma: expresar lo que siente en relación con el tema que trata y su implicación con el mismo.
  • Saber relacionar lo que enseña con las situaciones reales que se viven (texto con contexto) y, de manera especial, con las actividades que se realizan en el taller.

Cuándo y cómo debe intervenir el profesor en los momentos destinados al diálogo y la discusión

Para proporcionar o corregir errores de información. Sin embargo, cuando alguien proporciona un dato o información equivocada o insuficiente, el profesor no debe intervenir de inmediato, pues otro alumno podría hacerlo. Si nadie lo hace, a él le corresponde. Para hacer aportes metodológicos o técnicos, de cara a mejorar el modo de abordar o tratar algún tema o problema.

A fin de alentar para que las intervenciones sean argumentativas, es decir, que cuando se está a favor o en contra de algo se den razones o argumentos, y para que no se hagan afirmaciones “porque sí”, a nivel de simple “opinionitis” o “esloganitis”.

Cuando se hacen digresiones inútiles que desvían del tema; eso ocurre cuando el debate o análisis que se está realizando “se va por las ramas”. Se habla de todo menos de lo esencial. Es muy importante que el profesor oriente al estudiante para que sepa ceñirse a las cuestiones e ir al meollo de los problemas.

Cuando se confunde lo accidental con lo esencial, lo accesorio con lo sustantivo. Además cuando se utilizan argumentos de autoridad como criterios de verdad. A su vez para evitar generalizaciones inadecuadas, sacando conclusiones sobre una base de datos no apropiados para hacerlo. Y para corregir un modo de argumentación, en la que se excluyen pruebas o datos desfavorables al argumento u opinión expresada.

Para evitar falacias o sofismas, es decir, el uso de argumentos que pretendidamente son lógicos, pero que tienen “algo” con lo que se encubre la falsedad del razonamiento. Estas falacias pueden ser de diferentes tipos:

  • falacias ad hominem (argumentos dirigidos contra el hombre): en lugar de responder con razones o argumentos pertinentes, se refuta censurando a la persona que sostiene una opinión contraria;
  • falacia ad popuíum (de populismo): se omite toda argumentación adecuada y todo tipo de razonamiento, invocando “razones” que no son sino formas de excitar los sentimientos y emociones del auditorio, a fin de que adopte un determinado punto de vista;
  • falacia ad baculum (de bastón): se apela a la fuerza o poder de algo o alguien que, con el “bastón”, establece lo que es verdadero sobre una cuestión;
  • falacia tu quoque (tú también): no se utilizan ni argumentos ni razones para replicar una observación, crítica o acusación; se devuelve con una ofensa al que ha hecho la crítica al acusador, pero no se dice nada sobre la imputación, crítica u observación.

Para asegurar la convivencia, el respeto mutuo y la aceptación de las características personales de cada uno de los talleristas.

Roles y funciones de los alumnos

En una práctica autogestionaria como es la del taller, no debería haber alumnos que sean simples depositarios/ receptores que para aprobar una asignatura sólo tienen que escuchar lo que el profesor dice, leer lo que él indica y tener una conducta que supone un cierto sometimiento emocional a la autoridad docente.

Los roles y funciones de los alumnos se han de redefinir de acuerdo con lo que supone e implica una pedagogía participativa, que podemos resumir en los siguientes aspectos fundamentales:

  • Entrenamiento para el desarrollo de la personalidad (“aprender a ser”) y el ejercicio responsable de la libertad, asumiendo su implicación en su propio proceso de enseñanza/aprendizaje; el alumno debe sentirse como protagonista en la tarea de aprender. Este desarrollo personal no se da de manera individual, sino actuando y haciendo con otros; se aprende a ser con los otros y a desarrollar comportamientos de ayuda mutua.
  • Preocuparse por adquirir la capacidad de “aprender a aprender”, esto es, la adquisición de hábitos de estudio y autoformación. El énfasis no está dado en la adquisición de muchos conocimientos como era (y es, en algunos casos) el modelo clásico. Este cambio viene dado por dos razones principales: porque el cúmulo de conocimientos es tan grande que es imposible abarcar aunque sólo sea una pequeña parte, y porque los adelantos científicos son tan acelerados que muchos de ellos rápidamente quedan obsoletos.
  • Desarrollar formas pedagógicas que sean aprendizaje por descubrimiento personal y/o grupal, y la aplicación de lo que se conoce (“aprender a hacer”).
  • Aprender a convivir y cooperar. En el taller sólo se puede alcanzar el objetivo propuesto (realización de algo) si es un logro del conjunto. Cada tallerista podrá alcanzar sus objetivos si los otros también lo consiguen. Los éxitos individuales se logran con el éxito del equipo; el éxito del equipo asegura el éxito individual.
  • Hacer propuestas inventivas y originales, expresadas en:
  • la capacidad de dar una respuesta o una idea nueva, combinando u organizando elementos ya existentes;
  • resolver problemas concretos en situaciones concretas;
  • aplicar los conocimientos en las actividades concretas que se realizan y, en algunos casos, evaluando lo que se hace.
  • Asumir una participación activa y responsable en una tarea de interacción y cooperación con sus compañeros. Mejor todavía, si se logra la identidad de equipo en el taller; esto aumenta el rendimiento individual, la capacidad de trabajo en grupo y produce, en general, un efecto sinérgico.
  • Tener una actitud de libertad, de no sumisión, pero sí de respeto hacia los profesores; una actitud de colaboración, libre, reflexiva y crítica.

La triple dimensión de las relaciones pedagógicas en el taller

Todas las formas pedagógicas autogestionarias formalizan las relaciones pedagógicas en una triple dimensión, en razón de la implicación de todos y cada uno de los que intervienen en el proceso de enseñanza / aprendizaje:

a. La relación docente/alumno

Docentes y alumnos se encuentran confrontados ante una tarea común en la que hay que resolver problemas y situaciones concretas, pero el docente tiene el deber de enseñar y el alumno de aprender. Ello no implica que, en el trabajo en común, el docente no aprenda de los alumnos y de la práctica propia del taller.

Si un docente no aprende nada en un taller, es por una de estas tres razones:

  • porque el proyecto de trabajo es extremadamente pobre;
  • porque los alumnos son incompetentes en grado máximo o absolutamente irresponsables y “pasotas”;
  • o bien porque se “cree que las sabe todas” y no se abre a los aportes ajenos.

b. Las relaciones de los docentes entre sí

En cuanto a las relaciones de los docentes entre sí, ya no son solamente-relaciones de tipo circunstancial (casi siempre administrativas y en pocas circunstancias de tipo pedagógico). El taller exige otro tipo de relaciones entre los docentes como consecuencia del trabajo conjunto que deben realizar; trabajo que los enriquece científica, pedagógica y humanamente, a condición de que haya un mínimo de espíritu de equipo en la realización colectiva de las actividades propias del taller.

c. La relación alumno/alumno

Lo cierto es que una relación conflictiva entre dos o más miembros del grupo de alumnos puede generar muchos trastornos en el proceso educativo, y por sobretodo en la vida particular de cada miembro del grupo, si se siente discriminado, hostigado o rechazado. Se debe estimular la confianza en los niños para que cuenten si están sufriendo alguna clase de ataque verbal o físico o exclusión por parte de uno o más compañeros; y realizar tareas grupales, bajo la atenta mirada del docente, para detectar cualquiera de estos casos, y el de aquellos que pueden llegar a detentar un liderazgo negativo.

Citar este texto en formato APA: _______. (2014). WEBSCOLAR. Las relaciones pedagógicas y reformulación de roles propias del taller. https://www.webscolar.com/las-relaciones-pedagogicas-y-reformulacion-de-roles-propias-del-taller. Fecha de consulta: 21 de noviembre de 2024.

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