Orfeo
Algunos le llamaban hijo de Apolo, y nació en la Tracia. Era esa tierra de hombres brutales, y Orfeo aparece entre ellos para suavizar las costumbres, con las virtudes y con la música.
Hizo muchos viajes, entre los cuales fue el más notable el de los Argonautas. La mitad de su poder le venía de la manera perfecta con que tocaba la lira, y la otra mitad de su suave doctrina. Durante la navegación de los Argonautas, Orfeo hacía música sobre el mar, y la nave se deslizaba suavemente entre las olas felices, penetradas de ritmo; las mismas sirenas dejaron de cantar, oyendo aquella música que empañaba sus voces; los arrecifes se apartaron del casco de la nave, por no lacerarlo, y hasta los marineros suspendieron su disputa, por el embeleso del sonido, y acordaron el ritmo de sus remos con el de la lira, por no romper el encantamiento; y al llegar a la región del vellocino de oro, el dragón que guardaba éste, también se adormeció con la música, descuidando el tesoro.
Después Orfeo fue a Egipto, donde los sacerdotes le enseñaron el viaje de las almas de uno a otro cuerpo y una doctrina de purificación; de regreso del Egipto, enseñó a sus salvajes compatriotas la expiación de la culpa y el castigo de la carne, por medio del ayuno.
Conocía la naturaleza y sabía las virtudes escondidas en las yerbas y el arte de cultivar cada una de las especies. Pero no sólo él amaba la tierra, sino que la tierra lo amaba a él y se conmovía como carne viva cuando lo escuchaba. Daba complacencia a todas las criaturas con 1a música y hasta las cosas inanimadas despertaban de su sueño y entraban en el hechizo. Los ríos paraban su corriente; los pájaros acudían hasta oscurecer el cielo; los animales feroces tenían movimientos dulces y los bosques danzaban con la misma agilidad de las ninfas, en torno suyo. De vivir entre los árboles, se mezcló con las ninfas y dio su amor una de ellas: Eurídice. La desposó, pero un rival quiso arrebatársela; la ninfa, huyendo, fue picada por una serpiente y cayó muerta.
Inconsolable, bajó a buscarla al reino de los muertos. Y el encante miento que seguía sus pasos, se hizo también en el mundo sombrío. Sísifo pudo suspender su martirio y a Tántalo lo abandonó por uno momentos la horrible sed. Los reyes de la morada de la sombra: Hade y Perséfone, ganados por la piedad, aceptaron devolverle a Eurídice; pero recomendando a Orfeo que no volviera atrás la vista hasta después de haber abandonado el antro.
Iba saliendo Orfeo de los infiernos, seguido de su esposa, mas tenía tal ansia de mirarla, que volvió la cabeza, vio un instante a su esposa y la perdió para siempre. Orfeo murió víctima de las Ménades, que dispersaron los miembro de su cuerpo por el campo y arrojaron su cabeza a un río. Se detuvo ésta en una isla y allí quedó la boca del cantor, desprendiendo melodía! como cuando estaba vivo, y la lira misteriosa fue arrebatada hacia e cielo, donde formó la constelación que lleva su nombre.
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